Es alarmante constatar hasta
qué punto el separatismo ha pervertido ciertas mentes. La de Núria de Gispert,
la única presidenta del Parlament reprobada en la propia Cámara por xenófoba,
es un ejemplo aberrante. En un nuevo alarde de supremacismo tan inherente al
separatismo, De Gispert aplaudió ayer los nuevos destinos políticos de Inés
Arrimadas, Juan Carlos Girauta, Enric Millo y Dolors Monserrat celebrando el
aumento de las exportaciones porcinas en Cataluña. La intolerable y reprobable
comparación rememora inexorablemente al concepto que Quim Torra tiene de los
españoles: "Carroñeros, víboras, hienas. Bestias con forma humana".
Quizá por eso el president ha hecho caso omiso de las peticiones de PSC, Cs y
PP de retirarle a De Gispert la incomprensible concesión de la Creu de Sant
Jordi.
Es inadmisible que una
xenófoba y supremacista ostente uno de los mayores honores de la Generalitat.
¿Es este el espíritu cívico que quiere impulsar el Gobierno autonómico? ¿Son
estos los argumentos que se premian a la hora de defender la identidad cultural
de Cataluña? La ofensa excede a los destinatarios políticos. La sociedad
catalana, con todas sus diferencias, no merece representantes de calaña tan
miserable.
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