El que la JEC obligue a que Atresmedia excluya a VOX del debate, ahora a cuatro es totalmente legal, pero
con matices. Es discrepante que a un medio privado se le pueda obligar a cambiar un programa de
utilidad para la decisión del voto en el ámbito estatal. Un medio privado es
dueño de su línea editorial y de su programación. Si una emisora debe aplicar
el principio de proporcionalidad, hay que ser coherente y no exigírselo solo en
un debate, sino en todos sus programas informativos. Y si ese principio se
vulneró ahora, la Junta debiera haber actuado de oficio al tener conocimiento
del programa y no por la queja de cuatro grupos que solo representan a cuatro
autonomías.
Si el debate debe ser a
cuatro, debería efectuarse desde un principio en TVE, que es la emisora que lo
propuso. Y hacerlo con los candidatos de siete u ocho partidos, que es la
opción que implícitamente se ofrece a Atresmedia sería televisivamente
desaconsejable y socialmente poco útil para los votantes. De todas formas, la
Junta es la autoridad y no hay tiempo físico para canalizar y decidir los
recursos. Todo esto ocurre porque no existe una regulación explícita de los
debates electorales.
Por mucho que los analistas consideran imprescindible para emitir un voto argumentado, después de
40 años no se ha conseguido regularlos por ley. Y ese vacío conduce a lo que
ocurrió en esta campaña: que el jefe del gobierno decidió lo que se hacía según
su conveniencia estratégica; que el mismo jefe del gobierno pasó olímpicamente
de la costumbre de confrontar sus ideas con el principal líder de la oposición
y olvidó los principios que ahora recuerda la Junta Electoral. También a él le
falló la asesoría jurídica, a pesar de tener a su disposición a la Abogacía
General del Estado y al cuerpo jurídico del PSOE. Nuestros políticos siguen
cometiendo pecados de aprendices como si estuviésemos al principio de la
transición.
Puntualizo, si hay algún
perdedor en esta pericia judicial, no es Atresmedia. El perjudicado
políticamente es el propio Pedro Sánchez, al que la Junta desbarata una parte
de su estrategia. El presidente concibió este debate a cinco como una forma de
diluir a Pablo Casado en una multitud de aspirantes para no permitirle destacar
como sólido candidato a sucederle y como una forma de mostrar a las tres
derechas en toda su desnudez: si se enfrentan entre sí, dejan de ser garantía
de gobierno unido; si no se enfrentan, Sánchez puede seguir hablando de tres
siglas y un solo bloque. Y además, con extrema derecha dentro. Todo muy
ingenioso, pero desmontable. Y Pedro Sánchez tendrá que inventar otra manera de
atacar.
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