Tezanos amenaza a los empleados del CIS, después de que estos hayan hecho público que los sondeos son falsos y se hacían en Ferraz.
Pedro Sánchez no dimite a
Tezanos, después de que éste amenazará a los empleados del CIS con o callan o esto acabará
como “noche de los cuchillos largos” en la que «una de las alas exterminó a los
demás»
Cuando creíamos que era
imposible denigrar más el prestigio del Centro de Investigaciones Sociológicas
(CIS) de lo que lo había hecho su nuevo presidente, que pasó directamente de la
ejecutiva del PSOE a convertir el centro demoscópico en un arma electoral al
servicio exclusivo de Pedro Sánchez, José Félix Tezanos ha sido capaz de
superarse, elevando lo que era simple desvergüenza partidista al grado de
indignidad intolerable. Que el hombre encargado de ofrecer un foto fija
imparcial sobre la intención de voto a un mes de las elecciones haya equiparado
la competencia por un mismo espacio político entre el PP, Ciudadanos y Vox con
la fragmentación surgida en los años 30 en el partido nazi, y que augure que
acabará como «la famosa noche de los cuchillos largos» en la que «una de las
alas exterminó a los demás», en referencia a los asesinatos ordenados por
Hitler, es un exceso repugnante que hace incomprensible que Sánchez no haya
destituido ya a Tezanos. Después de semejante barbaridad, nada de lo que surja
de un centro dirigido por un personaje tan sectario puede ser tomado como
referencia de nada. Lo cual, además del daño a la credibilidad de un organismo
en el que trabajan profesionales intachables, priva a los españoles de unas
encuestas preelectorales que, por el amplísimo tamaño de su muestra, han sido
históricamente un indicador fundamental para que los electores indecisos
orienten su voto.
Algo que resulta
especialmente grave en un escenario de gran fragmentación en el que, de
confirmarse lo que indican sondeos menos sesgados que los del CIS, España
podría encaminarse hacia un callejón sin salida similar al de 2015 que obligue
a repetir las elecciones en un momento tan crítico como lo fue aquel, y que
derivó en un bloqueo político que dura ya cuatro años.
Los electores que apuesten
por la estabilidad deben saber que, a día de hoy, la encrucijada del 28A no es
que España tenga un Gobierno de derechas o de izquierdas. Con los datos que
manejamos en este momento, la disyuntiva es que haya un Ejecutivo conservador
que dependa de una extrema derecha radical o uno socialista en manos de
partidos independentistas que quieren acabar con la nación española, que
abominan la Constitución y que han perpetrado un intento de golpe de Estado. Por
ello, la apelación al voto útil, siempre presente en cualquier proceso
electoral, cobra más sentido que nunca en estos comicios. Tener que escoger
entre un Gobierno que dependa de Vox o uno sometido al capricho de Puigdemont
es ciertamente un drama. Pero cuanto más se concentre el voto en las dos
fuerzas que lideran la izquierda y la derecha, menos posibilidades habrá de que
el futuro Gobierno de España esté absolutamente condicionado por la
ultraderecha o por el separatismo.
Es decir, de que a los españoles no les
quede más remedio que esperar a que se consume lo malo o lo peor. Para que el
votante entienda eso, hacen falta sondeos fiables, y no encuestas de parte
elaboradas por un sectario como José Félix Tezanos, en referencia a los
asesinatos ordenados por Hitler, es un exceso repugnante que hace incomprensible
que Sánchez no haya destituido ya a Tezanos. Después de semejante barbaridad,
nada de lo que surja de un centro dirigido por un personaje tan sectario puede
ser tomado como referencia de nada. Lo cual, además del daño a la credibilidad
de un organismo en el que trabajan profesionales intachables, priva a los
españoles de unas encuestas preelectorales que, por el amplísimo tamaño de su
muestra, han sido históricamente un indicador fundamental para que los
electores indecisos orienten su voto.
Algo que resulta
especialmente grave en un escenario de gran fragmentación en el que, de
confirmarse lo que indican sondeos menos sesgados que los del CIS, España
podría encaminarse hacia un callejón sin salida similar al de 2015 que obligue
a repetir las elecciones en un momento tan crítico como lo fue aquel, y que
derivó en un bloqueo político que dura ya cuatro años.
Los electores que apuesten
por la estabilidad deben saber que, a día de hoy, la encrucijada del 28A no es
que España tenga un Gobierno de derechas o de izquierdas. Con los datos que
manejamos en este momento, la disyuntiva es que haya un Ejecutivo conservador
que dependa de una extrema derecha radical o uno socialista en manos de
partidos independentistas que quieren acabar con la nación española, que
abominan la Constitución y que han perpetrado un intento de golpe de Estado.Por
ello, la apelación al voto útil, siempre presente en cualquier proceso
electoral, cobra más sentido que nunca en estos comicios.
Tener que escoger
entre un Gobierno que dependa de Vox o uno sometido al capricho de Puigdemont
es ciertamente un drama. Pero cuanto más se concentre el voto en las dos
fuerzas que lideran la izquierda y la derecha, menos posibilidades habrá de que
el futuro Gobierno de España esté absolutamente condicionado por la
ultraderecha o por el separatismo. Es decir, de que a los españoles no les
quede más remedio que esperar a que se consume lo malo o lo peor. Para que el
votante entienda eso, hacen falta sondeos fiables, y no encuestas de parte
elaboradas por un sectario como José Félix Tezanos.
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