No hay que dejar de reconocer que Fidel Castro ha sido una de
las figuras más relevantes del siglo XX. Durante décadas fue un mito viviente
de la revolución, un referente para la izquierda de todo el mundo.
Intelectuales como Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir acudieron a principios
de los 60 a La Habana a departir durante horas con el comandante y su álter
ego, Ernesto Che Guevara, convertido en presidente del Banco Nacional de Cuba,
como si fueran una especie de oráculos o guías para teóricos desnortados.
Arropado por la ya extinguida URSS, pudo y supo mantener su
régimen con dilemas, pero en lo más alto. En 1959 derribó, junto a su grupo de
guerrilleros, y en plena Guerra Fría, al dictador Fulgencio Batista, e implantó
un régimen de carácter populista con el objetivo de mejorar las lamentables
condiciones de vida del pueblo.
En sus comienzos, al igual que Pablo Iglesias, Castro
no quiso que su revolución fuera tildada de comunista. Sin embargo, la URSS
percibió desde el primer momento el valor estratégico de la isla, situada a
sólo unas millas de la costa de Florida, y desplegó una ofensiva sin
precedentes a escala diplomática, militar y económica para ganarse para su
causa a su nuevo líder.
El castrismo, poco a poco fue refugiándose bajo el poderoso
paraguas de Moscú. Nikita Kruschov acordó con Castro la instalación de una base
de misiles en 1962 y en octubre de ese mismo año estuvo a punto de producirse
una guerra nuclear entre las dos grandes superpotencias. El presidente John F.
Kennedy ordenó el bloqueo de la isla y logró un acuerdo in extremis con el
Kremlin que evitó la tercera guerra mundial. Pero, de aquella crisis, el
presidente cubano salió fortalecido. Se convirtió para todo el mundo en una
especie de David, capaz de blandir su onda en las narices del Goliat
estadounidense.
Su oposición a los estados unidos de América, le causaron
muchos problemas. Fidel Castro, posiblemente, el político que más intentos de
asesinato haya sufrido en la historia. También tuvo que hacer frente y
solventar con éxito los intentos de invasión organizados por los exiliados
cubanos de Miami impulsados y financiados por la CIA.
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