Al final cantó la gallina: después de varios meses escondido tras una diarrea de palabras digna de Cantinflas, Sánchez se atrevió ayer a aclarar cómo piensa llegar a la Moncloa, aclaración que desvela inevitablemente la confusa posición de Ciudadanos respecto de los futuros pactos de Gobierno.
La duda se despejó en la gran entrevista que Enrique Clemente le hizo ayer en La Voz al líder del PSOE. ¿Cuál su secreto? ¡Acabáramos!: que Sánchez concurre a los comicios en una coalición de facto con Rivera (lo que explica su romance en el debate de este lunes) y que espera que la suma de escaños del PSOE y C’s supere tanto a los de Podemos como a los del Partido Popular. Por eso Sánchez insiste en la entrevista en que votar a Rajoy es inútil: porque nadie lo apoyará, «ni siquiera Ciudadanos», lo que indica que él se considera portavoz autorizado no solo de su partido, sino también del de Rivera.
De tal situación obtiene Sánchez dos conclusiones: por un lado, que tal pacto podría convertirlo en el candidato a la presidencia con más apoyo en el Congreso, lo que es cierto; por el otro, que en tal situación, Podemos y el PP deberían facilitarle, por acción (votándolo) o por omisión (absteniéndose), su llegada a la presidencia, lo que supone un auténtico dislate.
Sí, un dislate porque, aunque es una posibilidad que apuntan, pero no aseguran, las encuestas que sumando sus escaños a los de Ciudadanos Sánchez podría adelantar a los demás por separado, concluir de ahí que un PP ganador o un Podemos segunda fuerza estarían obligados por los principios democráticos a hacerlo presidente indica que o Sánchez es un ignorante que desconoce las reglas más elementales del régimen parlamentario o ha enloquecido por su obsesión de llegar a la Moncloa, posibilidades ambas que, claro, no resultan excluyentes.
En el sistema parlamentario, señor Sánchez, puede sin duda gobernar quien no ha ganado los comicios, pero con la condición de que consiga reunir, frente al ganador, una mayoría de Gobierno. Lo que no sucede en ningún país parlamentario del planeta es que la tercera fuerza en liza unida a la cuarta arrebaten la victoria al ganador y pretendan luego gobernar a base de que sea precisamente el ganador quien le facilite, por acción u omisión, el apoyo necesario para ello.
Para decirlo claro y pronto, Sánchez no se ha movido ni un milímetro de la disparatada posición que condujo, por su culpa y solo por su culpa, a la repetición de los comicios. Volver ahora a intentar gobernar con Ciudadanos con la abstención del PP constituye una locura; tratar de hacerlo además con entre 110 y 120 escaños supone una irresponsabilidad descomunal, que llevaría más pronto que tarde al desastre a este país.
Sea como fuere, y a menos que se produzca un rotundo desmentido por parte de Rivera, quienes voten a Ciudadanos deben saber que al hacerlo están apoyando el desesperado intento de Sánchez de llegar a la Moncloa. Si ese es su deseo, miel sobre hojuelas. Si no lo es, estarán siendo víctimas de un engaño tan formidable como democráticamente inadmisible.
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