Aunque se disfrace
de laico, es imposible que un hombre educado en España, como Pedro Sánchez, no
rezume fe cristiana y esperanza cuando llega la Cuaresma. Y así se explica que, tras
aceptar que su investidura es humanamente imposible, se haya lanzado al mundo,
como un fraile mendicante, a pedirle un poco de poder ¡por Dios nuestro
Señor! a cualquiera que se cruce en su camino.
Cierto es que, para no
perder a sus votantes más auténticos, el astuto Sánchez inició su cruzada
petitoria en la tribu de los laicos, a la que pertenecen figuras tan
excepcionales como Carmena -que entra hoy en la Semana de Fiestas-, Puigdemont
-que sabe desconectar de España pero no sabe pagarles a los farmacéuticos-,
Colau -que presidió el padrenuestro descristianizado con el que algunos aspiran
a desprenderse de las supersticiones cristianas-, Enric Morera -que concede
indulgencias plenarias sin consultar a la diosa Mónica Oltra-, Aitor Esteban
-que ya le dejó claro que los del PNV son democristianos independentistas y no
socialistas laicos-, y Rivera -de cuya osada inocencia se espera que interceda
por el cambio ante Rajoy, Iglesias y Junqueras-.
Pero al darse cuenta de
que esto no era suficiente, el buen Sánchez intentó dos maniobras intermedias.
La primera, pedirle a Tsipras -el que pasó de ser indignado rebelde a
europeísta merkeliano- una recomendación para los de Podemos, que el griego
contestó muy sorprendido con el clásico «usted no sabe con quién está
hablando». Y la segunda, pasarse las tardes en el Retiro hablando con los
pajaritos para ver si entre ellos está Hugo Chávez, que también mola mucho ante
el todopoderoso Iglesias.
Lo último, sin embargo,
es la decisión de participar como penitente descalzo en dos cofradías de
Sevilla: la Esperanza Macarena, para ver si le da algunas esperanzas, y la
Esperanza de Triana, en cuya devoción espera coincidir con Susana Díaz. Ignora
el pobre Sánchez que las dos Esperanzas son incompatibles, porque desfilan a la
misma hora, y que incluso en cuestión de cofradías hay que escoger, como dice
Iglesias. E ignora, sobre todo, que los titulares de las hermandades no son los
pasos de palio, sino los de misterio, y que va a ser muy difícil que tanto el
Señor de la Sentencia, que no quiso librarse de su propio cáliz, como el Cristo
de las Tres Caídas, que procesiona derribado por el peso de la cruz ante el
caballero centurión empenachado, se paren a socorrer a un falso penitente que
solo se viste el capirote por la obsesión del poder. Por eso, porque creo que
la cera de Sevilla tampoco va a funcionar, le regalo a Sánchez este sereno
consejo: déjate de rezar como un poseso, amigo Pedro, y pacta de una vez con
los independentistas. Porque es más fácil admitir una España dividida y muy mal
gobernada que soportar el drama petitorio que estás representando
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