Podemos, ¡Ojo al dato¡



Benigno Varela Autrán, magistrado del Tribunal Supremo jubilado. Para Blog de Juan Pardo.

El fenómeno de la reciente aparición de Podemos que, en tan solo tres meses y sin otros apoyos visibles que el de algunas cadenas de televisión, alcanzó en las últimas europeas un inesperado e importante resultado electoral, necesariamente obliga a una reflexión colectiva que indague en las verdaderas razones de este fenómeno político que consiguió entonces arrastrar el voto de 1.245.000 españoles. Pero todavía resulta más importante y trascendente el hecho de que las últimas encuestas sobre intención directa de voto realizadas a nivel nacional le sitúen ya como la primera fuerza política a la que siguen, por este orden, el PSOE y el PP. Pese al valor relativo que ha de darse a las encuestas, sin embargo resulta muy fuerte este dato demoscópico, que viene a poner de relieve que algo muy serio y de consecuencias impredecibles en este momento se prepara para el futuro político de este país y que los partidos tradicionales encargados del Gobierno de España desde la transición de los años setenta del pasado siglo, escandalosamente inmersos en estos momentos en múltiples casos de corrupción, no han sabido o no ha querido darse cuenta de la contestación social que subyace. La situación reviste tal gravedad que harían bien esos partidos en adoptar cambios internos que pudieran conllevar incluso sucesión generacional o de liderazgo.

Y no vale recurrir aquí al manido argumento del desgaste de los dos partidos mayoritarios, uno por el ejercicio del Gobierno en tiempos de crisis y el otro por la carencia de un liderazgo fuerte y consolidado, por cuanto las demás fuerzas políticas hasta ahora existentes también han quedado relegadas.

¿Qué está pasando? Pues lo que se atisba, en principio, es un hastío y hartazgo de la ciudadanía respecto a la clase -que no casta- política que viene rigiendo los destinos de nuestro país. La consecución de la democracia que trajo consigo la transición no parece haber sido cuidada con el esmero, dedicación y altura de miras precisos, y lo cierto es que el régimen dictatorial desgraciadamente imperante en el funcionamiento interno de los partidos políticos, junto a los escandalosos casos de corrupción que les están salpicando a diario, han cercenado hasta tal punto la confianza de la sociedad en sus dirigentes políticos y sociales que resulta lógico y normal abrirse a cualquier nueva voz que denuncie todo ello, aun cuando pueda ofrecer quiméricas respuestas para solucionar la situación existente, y que se concite el interés del ciudadano desencantado que, consecuentemente, ofrece su voto y apoyo.

Esta y no otra es la realidad del momento político español y quien no quiera verlo así se autoengañará y contribuirá con ello al mantenimiento de una situación insostenible, que puede llegar a explosionar con resultados muy poco esperanzadores.

Crispa el que por algún destacado político se pueda admitir la corrupción como algo inherente al ser humano y de imposible extirpación y, desde otra perspectiva, tampoco puede infravalorarse ya el resultado de la últimas elecciones europeas y, más significativamente aún, el pronóstico de las encuestas. Si los dos partidos políticos mayoritarios han experimentado un alarmante bajón en el respaldo ciudadano, que los sitúa en porcentajes de votos no compatibles ya con el bipartidismo hasta ahora imperante, esto debiera resultar muy preocupante cuando se está a solo meses de la celebración de unas elecciones municipales y autonómicas, y prácticamente a un año de otras generales que pueden cambiar la orientación política de España para el futuro. En este sentido, y por lo que respecta a los partidos políticos, habría de exigírseles que tomen buena conciencia de las consecuencias de un resultado electoral disgregado, como el puesto de relieve en las últimas elecciones europeas, cuando se celebren la próximas generales. Naturalmente esto no implica un rechazo al advenimiento de nuevas fuerzas políticas que puedan enriquecer nuestra democracia, sino, pura y simplemente, una toma de conciencia respecto a los riesgos que alcancen a experimentar los logros conseguidos con el consenso que propició la Constitución de 1978.


Podemos viene a ser la expresión de un descontento político-social, que se extiende a amplias capas de la población y que pone de relieve la realidad de la situación actual en nuestro país, que muestra una peligrosa desafección hacia la clase dirigente del mismo, muy a tener en cuenta en un momento que viene a coincidir con el cambio en la Jefatura del Estado, que está resultando ciertamente modélico.

Comentarios