Me parece hasta sospechosa la respuesta de Rubalcaba al PP para llegar a un pacto sobre las pensiones; es posible entender el razonamiento del líder socialista, pero no sus conclusiones; evidentemente, me refiero a lo dijo hace unos días en Valencia, "el PSOE, sin los sindicatos, nunca pactará la reforma del sistema de pensiones". Vuelve a surgir aquí la manida delgada línea roja que debería separar lo que es un partido político de un sindicato por muy hermano que este sea. Y vuelven a surgir aquí esas promesas ampulosas que luego provocan cataclismos como la de su ex jefe ZP cuando aseguró textual y públicamente: "aprobaré la reforma del Estatuto de Cataluña que apruebe el parlamento de Cataluña". Luego dijo que no dijo lo que dijo pero, ay, cualquiera puede escuchar su intervención aquel día en el Palau Sant Jordi en Noviembre 2003. Y lo dijo. No es bueno asegurar casi nada solemnemente porque la realidad te lleva por caminos muchas veces impensables y los objetivos de los sindicatos no tienen por qué coincidir con los de un partido político en un momento determinado. Que se lo pregunten a todos los gobiernos socialistas que han sufrido huelgas generales desde aquel primer valiente "NO" de Nicolás Redondo a Felipe González. Claro que un partido que aun sostiene en sus siglas la "O" de obrero, que se considera de izquierdas y socialista, no va a firmar un cheque en blanco en un tema tan delicado como el de las pensiones; hasta ahí de acuerdo. Pero supeditar su respuesta o la negociación a lo que digan las organizaciones sindicales, me parece una temeridad y, lo que es peor, una dejación de la responsabilidad política del principal partido en la oposición que además, insisto, ha tenido que tomar medidas, cuando era gobierno, contrarias a la opinión de los sindicatos. Nada ni nadie puede cambiar el sentido de las reformas, aunque todos sepamos que han sido un fracaso, porque resultaría absurdo y escandaloso que el PP, ahora dijese que no iba a hacer ninguna reforma laboral sin el acuerdo de la CEOE. Aquí cada uno está para lo que está y la obligación y el deber de un partido es legislar para todos los españoles lo mejor posible sin comprometerse con nadie, por supuesto. Y tu función, hoy por hoy, es tratar de que el pueblo crispado, cabreado como está y con toda la razón del mundo escupa a los gobernantes del PP, les desgaste, deja que hagan todos los escraches y manifestaciones que les salgan de los huevos. Aznar, de ninguna de las maneras quiere volver a gobernar, pero siendo menos inteligente que Alfredo, está quemando a su propio partida, el sabe que la explosión o implosión está al estalllar y busca posicicionar a los suyos, a los que el teledigirá, porque sabe que Cospedal eun sería más malévola que Rajoy.
No necesariamente la reforma de las pensiones propuesta por los
expertos sea o no la mejor de las posibles salidas a la crisis. Eso será
discutible y negociable pero no eludible dejando la responsabilidad a
los sindicatos que, para colmo, han visto como sus representantes en la
reunión de expertos no sólo no han puesto el grito en el cielo sino que
han avalado uno de ellos y el otro matizado el informe "final".
Rubalcalcaba, para mi, auténtico e inteligente, anda exaltado en los mítines llegando a una demagogia que
empieza rayar en lo histriónico: se empeña un día sí y otro también en
cargarse el Concordato con la Santa Sede (mira si anda despistado que ni el 1% de los españoles sabes qué leche es el concordato, es gana de ser protagonista negativo de una mala película), advierte a los editores de
libros de texto que ni se muevan porque la reforma Wert la van a cambiar
"en la siguiente semana de la primera legislatura", asegura que el PP
manda un mensaje clarísimo a las mujeres: "tenéis que volver a donde
siempre tuvisteis que estar, en vuestra casa". Y todo así. Hombre, que
ya sabemos que las encuestas no van bien y que salen candidatos a su
puesto en el PSOE de debajo de las piedras; pero si ya estamos más que
descontentos con lo que hacen Rajoy y sus expertos, no nos
traslade sus problemas a nosotros que solo queremos cuarto y mitad de
tranquilidad y un poquito de esperanza que, según, Rajoy está cerca de la mano aun sin especificar si la real o la virtual.
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