Quiero mi voto. Con ese cambio de voluntades entre partidos. Prefiero que gobierne el Juez Marchena.
Después de votar, siempre al
mismo partido, PP y viendo que mi voto va de mano en mano en busca del peor
postor que lo recoge como un triunfo, cuando yo nunca le hubiese votado. Suerte
la mía, el PP es quien más a salvaguardo la posible contingencia de sus
votantes.
Alcalde, todos somos
contingentes, pero tú eres necesario». La frase, memorable, es uno de los
grandes axiomas políticos que esconde esa maravilla surrealista llamada Amanece
que no es poco.
Si hubiera que hacer una
segunda parte de la fantástica película de José Luis Cuerda, el cineasta podría
reclutar como guionistas locos a líderes de los grandes partidos. Esos que nos
sorprenden cada día con argumentarios inverosímiles para disimular pactos
vergonzantes. Y que hacen duelos de esgrima dialéctica para justificar
propuestas que hace casi nada ellos mismos consideraban escandalosas.
A Ciudadanos, más preocupado
por que se sepa que llega a acuerdos con Vox que el mero hecho de forjarlos, le
parece normal que los alcaldes sean como los yogures y tengan fecha de
caducidad diferente a la que marca la ley (cuatro años) o la fuerza política
(una moción de censura). Con bastante ruido de fondo en las redes, se ha puesto
de moda una nueva forma de turnismo, los pactos alternativos: dos años gobierna
tu regidor, los otros dos el mío. ¿Iba eso en el programa electoral? Me temo
que no. ¿Votaron eso los vecinos? Tampoco. A ellos no les queda otro consuelo
que remedar la frase de Amanece que no es poco (citada esta semana por un
abogado del procés) y corear: «Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres
necesario... Y rotatorio.
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