A mediados de la guerra
civil española, las estrategias militares de los republicanos y las franquistas
coincidieron en un propósito, alargar la guerra. El presidente republica, Juan Negrín,
pretendía continuar el esfuerzo bélico a la espera de que en Europa estallara
un conflicto entre Alemania y las democracias occidentales. Franco, muy acerado
en su lógica militar, se negaba a dar el golpe de gracia atacando Cataluña,
después de que sus tropas llegaran al Ebro y al Segre. Las decisiones militares
de Franco exasperaban a sus aliados, Italia y Alemania, que querían liquidar cuanto
antes la confrontación española. La decisión de Negrín de resistir a ultranza
era de carácter internacional; la de Franco de prolongar la guerra, de carácter
interno. Franco había consolidado su liderazgo gracias a ralentizar el esfuerzo
bélico, poco a poco eliminó a sus opositores dentro de sus filas y lo mismo
pretendía hacer con los republicanos, dejándolos exhaustos y, según ellos, sin posibilidad de oponérsele una vez
finalizada la guerra. Franco construyó el futuro Estado a su imagen y
semejanza, al margen de las presiones de monárquicos, falangistas, carlistas y
conservadores. El presidente Rajoy, salvando todas la distancias salvables y
aceptando sin ningún género de dudas su legitimidad democrática, actúa ante la
presente crisis siguiendo la estrategia de ambos, la de Negrín de resistir
hasta convertir el conflicto español en un conflicto internacional, la de
Franco de aprovechar el tempo de la crisis para realizar un cambio de las
estructuras internas y afianzarse ante sus opositores. La crisis es de muy diferente
calado y la historia no se repite, pero las estrategias sobreviven.
Muy equivocadamente, Mariano
Rajoy, utiliza la excepcionalidad de la situación económica para llevar a cabo
un programa de reformas de gran calado disfrazadas como simples medidas contra
la crisis. Se trata de realizar una ruptura encubierta de la Constitución, un
golpe de Estado de salón para crear un status quo diferente del de 1978 que
afecte a los derechos laborales, al estado de las autonomías, al régimen de
libertades y al actual sistema electoral. Este proceso no está exento de
riesgos, y el presidente lo sabe, porque su liderazgo está cuestionado dentro
de su partido y vigilado por la atenta mirada de Aznar desde la FAES. Pero
Rajoy tiene fuera de sus filas a un aliado accidental, el PSOE. Los socialistas
no tienen fuerza como oposición, retroceden en Galicia, en Euskadi y
probablemente en Cataluña. Están descolocados, la ciudadanía los percibe como
corresponsables de la crisis y no han sabido renovarse. El PSOE se está
aminorando y Rajoy lo sabe y por esa razón puede llegar a proponer a los
socialistas una reforma del sistema electoral que fortalezca el bipartidismo y
que, aparentemente, ayude a detener la sangría de votos que sufre el principal
partido de la oposición. Para eso Rajoy necesita ralentizar la salida de la
crisis, como Franco ralentizó la marcha de la guerra para consolidarse y
estructurar las bases de ese nuevo estado con carácter dictatorial, más o menos
como los que hemos tenido desde su muerte.
Mariano Rajoy, a escala internacional, no
actúa como Franco, lo hace como Negrín. Juan Negrín, se apropió de la sentencia
del aventurero Ernest Shackleton “resistir es vencer”, con el objetivo de
internacionalizar el conflicto español y conseguir que las democracias
occidentales percibieran a la República como un futuro aliado, pero como siempre
su mismo grupo de corruptos y el crimen organizado le cerraban sus propósitos.
Los problemas de España eran los mismos problemas de Europa y tarde o temprano
Francia e Inglaterra se darían cuenta de ello. Negrín sabía que su decisión de
resistir ocasionaba sufrimiento a sus conciudadanos, pero lo valoraba como un
daño colateral. La política de resistencia fracasó porque las democracias cedieron
ante Hitler en Múnich y porque el general Casado se sublevó en Madrid. Rajoy da
largas a las demandas de Europa y de los mercados y toma decisiones dolorosas
para la reducción del déficit incluso antes de que la UE las solicite, para
salvaguardar la soberanía nacional, por hidalguía, aunque ello sea a costa del
sufrimiento de millones de españoles. Rajoy cree que los europeos reaccionarán
cuando sus economías se vean profundamente amenazadas, cuando perciban el
problema económico español como parte de un problema europeo global, como su
problema. Como Negrín, Rajoy intenta ganar tiempo, pero su política no da
frutos, porque Alemania impone su criterio a ultranza.
Rajoy, necesita que la crisis sea larga y
profunda, para imponer sus reformas y para conseguir que cualquier rebote
técnico de la economía le afiance y le acaudille, mucho me temo que Rajoy esté
más cerca de Negrín que de Franco.
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