La victoria de Feijoo en las elecciones gallegas se debe a dos razones fundamentales. La primera, su capacidad para diferenciarse del Partido Popular estatal, asumiendo personalmente la campaña y elaborando un discurso diferente al del Gobierno Rajoy. Y esa estrategia le ha salido bien, alejándose de la política de recortes y de alguna de las declaraciones más polémicas del Gobierno central ha conseguido evitar el castigo de una parte del electorado que se siente defraudada por la actuación del Gobierno de Mariano Rajoy. Aún así hay que recordar que al PP lo han votado casi 200.000 personas menos que en las generales del 2011, una cifra que sirve para aproximarnos a la cuantificación de esa pérdida de apoyos. Dicho gráficamente, Feijoo ha logrado evitar que la gente utilizara su trasero para darle una patada a Rajoy.
La segunda es la dificultad de la oposición para construir una alternativa de gobierno creíble para una mayoría de los ciudadanos. Y en sociedades maduras como la nuestra la existencia de una alternativa real es una condición necesaria para que se produzca un cambio de Gobierno. El PSOE y el BNG, por razones distintas, llegaron en situación de debilidad a la cita electoral.
Los primeros aún está pagando el precio del enfado de los ciudadanos por su gestión de la crisis y, posiblemente, por la falta de renovación en su programa político y en su dirección. Y los votantes castigaron al segundo por su división apenas unos meses antes de las elecciones. Y eso explica en parte la irrupción tan fuerte de Xosé Manuel Beiras y Esquerda Unida, porque una gran parte de la indignación social con la crisis eligió expresarse a través de AGE y no de los partidos que ya estaban en el Parlamento Gallego.
El escrutinio obliga a todos a la reflexión y la coherencia. El Partido Popular, en especial en Madrid, cometería un fraude si presenta su victoria como un aval de los ciudadanos a su política de recortes y utiliza el resultado de Galicia como ariete argumental. Feijoo, con acierto para él, se cansó de repetir en la campaña que lo que se elegía era el Gobierno de la Xunta de Galicia. Si ahora nos dicen que no, que lo que estaban haciendo los gallegos era un referendo sobre la política de Rajoy estaríamos ante una estafa encubierta
Y la oposición se enfrenta a otra travesía del desierto de cuatro años en los que tiene que ser capaz, si quiere ganar alguna vez, de construir una alternativa real y creíble para la mayoría social.
Un escenario en el que la reformulación del espacio del nacionalismo y de la izquierda será uno de los elementos centrales, pero para el siglo XXII.
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