«Los socialistas
han perdido a gran número de sus votantes de siempre porque han dejado de ser
socialistas». ¡Qué gran verdad y qué gran tragedia no solo para el PSOE, sino
para los españoles en general, huérfanos de un Gobierno que vele por el
bienestar integral (material, psicológico, cultural, etc.), ayunos de ilusión
por alcanzar metas solidarias de derechos y libertades compartidas!
Esperemos que la
militancia socialista se esmere en analizar las propuestas de los distintos
candidatos a la secretaría general, buscando mañana, domingo, más que ideas
novedosas o caras nuevas, una persona cabal y consecuente que hunda su
pensamiento en las raíces del partido fundado por el gallego Pablo Iglesias,
adaptado al siglo XXI, pero sin perder el sentido de austeridad y honestidad
del fundador.
Un buen socialista
ha de ser progresista y coherente con las ideas de defensa de libertad e
igualdad, de solidaridad planetaria. Ha de cultivarse y cultivar, de mejorarse
y mejorar, desechando todo lo que la razón y la sensibilidad humana prohíben.
Su tarea no consiste en prometer a la gente lo que la gente quiere oír, sino en
despertar a la ciudadanía para que se proponga metas éticamente recomendables.
Ha de tener
corazón y cabeza para mostrar empatía respecto a todo los seres vivos que
sufren, para desechar los dogmas, para ilustrarse e ilustrar. Ha de ser
tolerante, pero no pragmático indiferente, compasivo con los menesterosos y
remediador de la pobreza moral de los que ejercen el poder despóticamente. No
perseguirá a los dogmáticos, sino que los aventajará en los debates.
Obedecerá todas
las leyes consensuadas y, en caso de discrepancia, luchará con energía por
mejorarlas. Buscará estar a bien con su conciencia, por encima de la
persecución de estatus o una posición honrosa.
Por supuesto que
parece muy difícil ser un buen hedonista, pero, como dijo John Stuart Mill, la
empatía y la preocupación por los otros, son, si duda, la experiencia más
gratificante para un ser humano, así como el desarrollo personal. El buen
socialista beberá en las fuentes de la historia, la literatura, la filosofía,
las ciencias sociales y todas las demás ciencias, con objeto de convertirse en
un guía y un faro que alumbre esa felicidad moral, tan desconocida y ausente,
aun a riesgo de perder las elecciones puntuales. Sembrará, sembrará y sembrará,
de modo que los sueños de belleza moral que dormitan en cada ser humano
despierten. Y se sentirá satisfecho de obrar como Sócrates hizo, ayudando a
parir ideas que apunten a la propia dignidad de cada uno, aun a riesgo de
perecer real o metafóricamente.
El buen socialista
se sentirá contento de haber colaborado apasionadamente a que la felicidad
incluya la justicia; y la justicia, la felicidad. El buen socialista no se
molestará si lo tildan de ingenuo e inocente, porque sabe que la ingenuidad y
la inocencia no están exentas de pericia para conquistar lo más profundamente
humano y, de este modo, mejorar el mundo.
El artículo en cuanto a fondo y conceptos, es perfecto, hasta ilustrativo, pero díganme con sinceridad, si el fracaso del socialismo en España ha sido por culpa de sus votantes o más bien ha sido por la debilidad de sus dirigentes, empezando por sus los presidentes de Gobierno. González se rodeó de gente de manos sucias, y Zapatero ha sido el peor presidente de Gobierno de toda la historia de España. ¿Cómo los militantes no van a estar desorientados?.............
ResponderEliminarSin lugar a dudas por corrupción escalonada desde la cúpula. Zapatero ha sido lo peor ........de España. ¿Le mejora Rajoy Rajoy? Con Felipe González se llegó a alcanzar un 34% de paro y duplico varias series de billetes de 2.000 y 10.000 Ptas. y una ministra vendió la estación de la Renfe de San Sebastian de los Reyes por MIL pesetas, y el caso Filesa, y el caso Matesa,...Aznar "donó" telefónica, Repsol, Ensidesa, Cepsa, transmediterránea, ...........
ResponderEliminarPara que te vayas haciendo a la idea, el peor Gobierno que ha tenido España es el actual.
http://blogdejuanpardo.blogspot.com.es/2014/07/el-gobierno-ilegalmente-subasta-el-25.html
Un saludo, Fernando. Ese es el principio del fin.
Han dejado de ser un Partido, socialistas, obreros (la pana y el dril se fueron al vertedero) y se avergüenzan de ser ESPAÑOLES. Unos por una razón, otros por otra.... Pues que se van.
ResponderEliminarEsto es, más bien ,para un grupo político.
ResponderEliminarNOTTE JUAN
ResponderEliminarDebería empezar por definir con contundencia, lo que significa ser socialista, y se daría cuenta de que nunca lo han sido. Ser socialista, conlleva asumir una serie de renuncias personales, en favor de la comunidad, y eso, que yo sepa, no lo ha hecho nadie, hasta la fecha. Al menos voluntariamente.
ResponderEliminarhay dos clases de socialistas, los del psoe y los demás. cada uno debe elegir pero si verdaderamente es socialista, no tiene elección.
ResponderEliminarCada vez es mayor la distancia entre el sistema político español y el subsistema político catalán
ResponderEliminarMartes, 17 de diciembre del 2013
Como es bien sabido, la integración política de Catalunya en España ha pasado por momentos difíciles en varias ocasiones. A mediados del siglo XVII, en la primera gran crisis de la Monarquía española, la rebelión de Catalunya condujo nada menos que a la independencia de España. Por un periodo muy breve, pero a la independencia. En los primeros años del siglo XVIII, la guerra de Sucesión acabó con las instituciones propias de gobierno de Catalunya. En los años 30 y 40 del siglo XIX, en el momento en que se inicia la construcción del Estado constitucional en España, Catalunya ocupa un lugar destacado en las guerras carlistas y durante la regencia de Espartero. Vuelve a ocuparlo durante el Sexenio Revolucionario, así como a comienzos del siglo XX, cuando se inicia un proceso de crisis del sistema político de la Restauración, que se prolongará hasta la proclamación de la República. Bajo esta última, el conflicto de 1934 alcanzará un nivel de los que pueden calificarse de crisis de Estado.
Quiere decirse, pues, que la crisis por la que está pasando la relación de Catalunya con España en este comienzo del siglo XXI no es la primera. Crisis las ha habido con la Monarquía preconstitucional, tanto de los Austrias como de los Borbones, con la Monarquía constitucional y con la República democrática. Ninguna de las fórmulas de gobierno que hemos ensayado en la edad moderna y contemporánea ha conseguido dar una respuesta estable y pacífica a la relación de Catalunya con España o de España con Catalunya. El conocimiento de nuestra historia nos debía haber preparado para anticipar que lo que está pasando ahora podía pasar y para haber hecho lo posible para que no pasara. Pero no ha sido así.
La singularidad del conflicto actual deriva de que es la primera vez que se produce en democracia. En todas las ocasiones anteriores, el conflicto se ha producido entre sociedades no constituidas democráticamente. Incluso el de 1934 se puede considerar así. El de hoy es el primer conflicto que se produce entre una España y una Catalunya democráticamente constituidas y normalizadas, con una praxis democrática de más de 30 años.
El reto con el que nos estamos enfrentando es, pues, de dimensiones gigantescas. Es un reto con siglos de historia detrás, que se resume en el siguiente interrogante: ¿serán capaces la España y la Catalunya
La forma en que se está expresando el conflicto no invita a ser optimista. Estamos instalados en él desde el 2005, con diversas fases de intensidad en su forma de manifestación, y en ningún momento ha sido posible entablar un diálogo que pudiera conducir a un acuerdo. No fue posible durante el largo proceso de tramitación de la reforma del Estatut de autonomía en el Parlament de Catalunya y en las Cortes Generales. Tampoco lo fue durante los casi cuatro años en que el recurso interpuesto por el PP ante el Tribunal Constitucional estuvo en las manos de este antes de resolverlo. Y todavía menos lo ha sido tras la sentencia 37/2010.
Sin querer discutir una cosa que por lo que veo y con toda mi simpatía hacia la persona(por lo menos discutimos sin faltar) el problema real es que si cuando murió franco e hicimos los pactos,se quiso quedar bién con todo el mundo(cosa imposible) se hubieran hecho con igualdades y fueramos todos iguales sin hechos diferenciales(menos por los idiomas),y no hubiéramos creado tanto puesto inútil político.le aseguro que las cosas no estarían como están y no habrián la mayoría de los problemas económicos y sociales
ResponderEliminarEso es importante: Discutir como personas. Si señor! Lo cierto es que el problema no se dió a la muerte del dictador, si no que prevalece como tal desde 1714, fecha en la cual Catalunya (y Valencia, antes) perdió sus leyes y fue sometida a las de Castlilla, al igual que su moneda y cultura, persiguiéndose a t´tulo de prohibición el propio idioma. Es muy importante leer el Decreto de Nueva Planta (Wikipedia lo facilita en varios idiomas, o la misma Bibliotec Nacional de Madrid). Por otra parte, la igualdad equivalente a uniformidad, es totalmente ajena a las necesidades diferentes de las gentes. Todos tenemos derecho a una determinada tela y a que nos confeccionen un traje...pero las medidas, han de ser diferentes, a causa de alturas y anchuras distintas. Y, además, falta que algunos quieran un traje...o prefieran camisetas.
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