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El triunfo de Baco o los borrachos de Velázquez |
Este y no
otro es el mundo en que nos ha tocado vivir es un fraude propio. Por ejemplo, sí condenan el asesinato de la
exPta. de la Diputación de León, Isabel
Carrasco, por muchas de las reacciones que despertó, pero que políticos y
bichos de mal vivir deben tomar buena nota. Nuestros mandos
acreditan una insuficiente calidad de vida democrática: la pérdida de
derechos ciudadanos, la corrupción y el robo generalizados, causantes de la
crisis, pero y sobre todo, la dialéctica entre la ciudadanía y el complejo
político-financiero. Evidencias quizá populistas que forman parte del colectivo imaginario.
El Triunfo de la muerte (Pieter Brueget) |
Todo esto subyace por exceso de indignación o mutación en el discernimiento
de la democracia, en España y buena parte de Occidente. De ser un cualidad de
vida, fundamentada en la
participación exigente, supervisora, en
asuntos públicos y actividades no remuneradas, ha devenido en una forma de
gobierno proveedora de bienestar, gasto público e instituciones financieras
mediante, para una ciudadanía que se limita a votar y tributar. Un concepto que
en España ha arraigado más que en otros países europeos. Y cuando el estado
proveedor quiebra, el sistema se tambalea. Naturalmente, atribuimos su quiebra
a la corrupción y a su supuesto saqueo, amplificados por la lucha
político-mediática. Quizá nos falta conocimiento de la res pública. Seguramente
no es ajeno a ello el que los españoles dediquemos a actividades cívicas siete
minutos semanales, por una hora de alemanes y daneses. Nuestra participación política se
limita a votar, manifestarnos –práctica en desuso, mal vista incluso, en el
septentrión europeo- firmar manifiestos y consumir
selectivamente. Simultáneamente, reclamamos
influir, participar. ¿En qué? ¿Cómo? ¿Listas abiertas, como las existentes para
el Senado, apenas utilizadas por el 10% de
los votantes? ¿Para qué, por qué tantos mítines vecinales a los que casi acude?
¿Estaremos ante lo que algunos denominan “ciudadanía desvergonzada en busca de
la mamandurria”?
Posiblemente,
reclamemos más empatía que participación. Percibir empatía, esperanza y
ejemplaridad desde una clase político-financiera perceptora de inmerecidos
privilegios. Pero en realidad lo que exigimos es conservar y ampliar un bienestar causa de
deudas soñadas o envidiadas que nos hacen rehenes de…los detestados “poderes
económicos” , financiadores de sanidad, educación,… No somos plenamente
conscientes de que los tiempos están cambiando. De la inversión demográfica. De
la economía financiera incrementa al calor del dinero barato. Nos resistimos a aceptar sus
consecuencias. Reclamamos, con razón, reformas políticas porque el “sistema”
ha quedado obsoleto. Clamamos por tributos a “los ricos”
como bálsamo iracundo. Tomemos como ejemplo
a Francia. Quizá nos falta vivencia democrática. Participación. Conocimiento
crítico. Pragmatismo. Política como arte de lo posible. Asumir el derecho
colectivo a equivocarse. Sin pasar de la complacencia a la indignación. La
combinación de antipolítica y populismo allana el camino a líderes
incompatibles con lo democrático. Ya medio plazo, con el bienestar. Los
resultados de las elecciones europeas son buena prueba de ello y no el tiempo,
la fuerza nos desplazará de tanta envidia infundada
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