La increíble historia de las joyas (supuestamente robadas) de los Habsburgo.

 Tesoro perdido de los Habsburgo reaparece en Canadá – DW – 07/11/2025

La increíble historia de las joyas (supuestamente robadas) de los Habsburgo: el famoso diamante Florentino llevaba un siglo en una maleta escondida en una caja fuerte en Canadá

Carlos de Habsburgo-Lorena, nieto del último emperador de Austria, ha revelado el secreto: las joyas de los Habsburgo nunca se robaron ni se vendieron ni se trocearon. Han aparecido —excepto la corona de la emperatriz Sissi— en una pequeña maleta guardada en un banco en Quebec. Una increíble historia con una responsable: la emperatriz Zita.

Mientras Francia (y quizá no solo Francia) sigue recuperándose del golpe maestro ocurrido en el Louvre, Austria celebra un milagro, o casi. Después de más de un siglo, se han encontrado las preciosas joyas de los Habsburgo (excepto la corona de la emperatriz Sissi), y el famoso y gigantesco diamante amarillo Florentino. Tesoros que durante años, muchos, se habían dado por perdidos.

Ningún guion, ni siquiera el de la mejor película, podría haber ofrecido una trama y un final más sorprendentes. Una historia que ha puesto fin a más de un siglo de conspiraciones y relatos sobre las joyas de los Habsburgo que se daban por robadas, troceadas, vendidas en subasta o intercambiadas por dinero. Hasta hoy. "El diamante Florentino está en una caja fuerte en Canadá junto con otras joyas de la familia", ha revelado a Spiegel Carlos de Habsburgo-Lorena, empresario, expolítico y, por encima de todo, nieto del último emperador de Austria, mientras tomaba su capuchino en un café de Viena. Pocas palabras que, sin embargo, han echado por tierra años de certezas: las joyas de los Habsburgo nunca se perdieron.

 No, y tampoco se ha producido un hallazgo sensacional, solo la revelación de un secreto guardado durante más de un siglo a petición de su abuela, la emperatriz Zita, viuda del emperador Carlos I. En su repentina huida a Canadá en 1940, se llevó las joyas familiares. Las transportó en una pequeña maleta de cuero marrón, y las ocultó en una cámara acorazada en la provincia francófona de Quebec, con una recomendación: el lugar debía mantenerse en secreto al menos hasta el centenario de la muerte del emperador Carlos I (en 1922). Solo dos miembros varones de la familia debían tener conocimiento de esta localización. Esos dos hombres son dos primos de Carlos de Habsburgo-Lorena que, cumpliendo con las directrices de su abuela, le revelaron el secreto familiar hace apenas un año. ¿Es posible que el heredero de los Habsburgo —se preguntan en Spiegel— no supiera nada? "Mi padre lo mencionó una vez de pasada. En aquel momento, no le di ninguna importancia y no volví a pensar en ello", ha asegurado Karl Habsburg.


La emperatriz Zita de Austria.

La emperatriz Zita de Austria.


Los misterios crecen, pero parece casi natural dado el golpe maestro de la abuela Zita, que durante años hizo creer al mundo que esas joyas, de las que no sabía nada desde 1921, habían sido robadas o vendidas al mejor postor. Fue, en realidad, su marido, el emperador Carlos I, quien en 1918, al presentir el final de su Imperio austrohúngaro, ordenó a su gran chambelán que sacara las joyas del país. Éstas llegaron a Suiza, donde permanecieron hasta 1921, para luego desaparecer sin dejar rastro, dando pie a las más misteriosas y fascinantes teorías sobre su destino.

 La emperatriz puso a salvo el botín en aquella maletita que hoy muestra 15 deslumbrantes piezas, entre ellas un reloj de esmeraldas que la emperatriz María Teresa regaló a su hija María Antonieta, un broche con diamantes, esmeraldas y rubíes, y otro con perlas y diamantes. Faltaría un brazalete de esmeraldas que María Teresa utilizaba para las celebraciones en trineo y la preciosa corona de Sissi, compensadas, sin embargo, por el hallazgo del gigantesco diamante Florentino de 137 quilates que perteneció originalmente a los Médici y que, tras en una serie de giros, acabó en manos de los Habsburgo.

"Es raro ver una piedra tan perfecta", ha dicho Spiegel A.E. Köchert, joyero real de Viena que posee la única foto existente, de 1918, de la legendaria piedra amarilla. Encargado de volar a Canadá para examinar el estado de las joyas halladas en la maleta, Köchert ha contado: "Se trata de uno de los diamantes más famosos del mundo. La historia, la artesanía... es impresionante. ¿Y su color? "Recuerda a un buen whisky escocés".

Es una alegría, por tanto, encontrar intacto el famoso Florentino, llamada por algunos “la piedra del destino”, sobre el que durante un siglo se ha dicho de todo. Algunas publicaciones llegaron a sugerir que el antiguo emperador había empeñado la joya familiar para financiar su intento de hacerse con el poder en Hungría y que un estafador se habría apoderado de la piedra, desapareciendo con ella. ¿Y quién habría contribuido a hacer perder su rastro? Parece que incluso la emperatriz Zita —la misma que escondió el tesoro—, habría hablado del robo de la piedra. ¡Ingeniosa! Por no mencionar un diamante amarillo en forma de almohadilla y de 99,52 quilates que causó revuelo en Estados Unidos porque se creía que era un fragmento del Florentino.

Todas las suposiciones, teorías, conspiraciones de un siglo se desvanecieron con un giro digno de las mejores novelas policíacas.

Comentarios