Néstor, el de los KK era el
modelo perfecto del kirchnerismo…hasta
su apellido era coincidente Kirchner. El foco moral del movimiento liderado por
su viuda, que hoy tiene más posibilidades de terminar en la cárcel que de
volver a ser Vicepresidenta de la República Argentina. La construcción de un mito
fue una exitosa estrategia kirchnerista para potenciar a la viuda Cristina. La
empatía natural con el fallecido se utilizó como idealización política mediante
el aparato de difusión oficialista: canciones, películas y documentales
proliferaron por doquier. Cristina incluso comenzó a llamarlo «él» -el Dios,
Kirchner- , evitando su nombre, como si hablara de una divinidad, del Salvador de
Argentina. A veces, mientras lo hacía, miraba al cielo. Pero el escándalo de
los cuadernos puso en evidencia que detrás del patriota moderno preferido de la
izquierda peronista, no había más que un entramado de corrupción con
colaboradores necesarios a los que importaba un cero la prosperidad, el desarrollo y el bienestar
del pueblo.
La CFK que, en principio, parecía una misionera de
los andes y su Néstor, por aquello de mito, un monje tibetano con la ayuda espiritual de
sus concurridos lamesuelas, aunque con mucho dinero. Cierto que trabajaban,
unos robando y otros contando el dinero, hasta que un día, el País, hizo
plaffffff, pero plafffff sin revisión de causa, solo mal alimentaba al
laboriosos y honrado pueblo argentino, la ayuda externa. Que el cuarto país más
rico del mundo en recursos propios se vea en tal precariedad económica a la que
sin confusión le condujeron esa misionera y su querido no amado, monje tibetano,
solo se puede enmendar con el repudio, rechazo, repulsa, condena, censura,
reprobación en las próximas elecciones del 27-O a la parte del cuerpo que “esa”
que queda viva, porque alma ni tenían ni tienen ninguno de los dos.
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