Moral Kantiana, poder político y corrupción. Iglesias, Otegi, Sánchez y Rufián aspiran a ser el "Covid-20"
La política siempre ha traído en desgracia al ser humano Sólo la filosofía de la vida con amor la ha derrotado.... |
Cualquier artículo que en su
contenido incluya el término “corrupción” en su título de cualquier libro, ya
tiene ganado medio ojeo, no por lo interesante, sino por lo repugnante. Tenida
en cuenta de que las conciencias se
precipitan a la agitación nada más activar el resorte, esto es, al encadenar
las doce letras sagradas: corrupción. Pero que nadie espere encontrar en el
libro del que se ocupa esta reseña ningún libelo revolucionario ni tan siquiera
invitaciones más o menos directas a la desobediencia civil. Se trata, más bien,
de un manual clásico de filosofía política en el que se han compendiado, a modo
de antología, algunos de los textos utilizados por los clásicos para referirse
al poder, a sus límites y al tan actual fenómeno de la corrupción.
No es tarea fácil vestir de
guapa poner a la filosofía política a fin de convertirla en atractiva para el
gran público, pero el profesor Bonete lo ha conseguido. La principal arma de la
que se sirve a tal efecto no es sino la de abordar el poder como un ejercicio
personal, como el comportamiento de los sujetos que toman decisiones. El autor
se pregunta: “¿Es posible una ética del poder? Sí. ¿Dónde puede encontrarse? En
las reflexiones de los clásicos. ¿Para que sirve? Para revisar el actual
sistema democrático, la práctica de la política”.
La dialéctica entre política
y ética sólo preocupa al político cuando éste reconoce la existencia de “un
tribunal situado por encima de los poderes seculares en lucha”, ya sea un Dios
o una conciencia moral vinculada a una ética racional. La moral de procedencia
divina y la de procedencia racional representan el haz y el envés de un mismo
imperativo moral. A partir de esta aseveración, el autor nos pasea por una
galería de textos clásicos que ilustran la evolución ética de la política: de
la racionalidad metafísica de los autores precristianos a la teología política;
posteriormente, tras el giro copernicano impulsado por Machiavelo, Bonete pone
el foco sobre las aportaciones de los filósofos modernos, particularmente sobre
las del cuarteto formado por Hobbes, Kant, Hegel y Weber.
Al deshacerse Machiavelo de
la moral cristiana, el ejercicio del poder político queda al albur de los
intereses del gobernante de turno. Apoyados en este nihilismo moral, los
filósofos de la modernidad se proponen descifrar una moral nueva, distinta de
la cristiana y de raíces meramente humanas, que discipline el ejercicio del
poder. Según Hobbes en el Leviatán, la moral no es la que debe impulsar el
comportamiento del gobernante, sino que ésta es absorbida por la política; “no
existen criterios morales y legales desde los cuales censurar el comportamiento
del gobernante”. No obstante, para garantizar una adecuada praxis, el pensador
inglés establece tres criterios conformadores de su ética de mínimos: equidad:
“un soberano está tan sujeto como el más humilde individuo del pueblo”;
transparencia: el soberano debe promulgar “buenas leyes”, necesarias y claras;
y receptividad: el soberano debe mostrarse atento a las voces de los consejeros
y también del pueblo.
A finales del siglo XVIII,
el provinciano universal de Köninsberg sentencia en La paz perpetua que “la
verdadera política no puede dar un paso sin haber antes rendido pleitesía a la
moral”. Immanuel Kant se propone domeñar las tendencias corruptas del político
con el eficaz ronzal de la dignidad humana: “obra de tal modo que uses la
humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre
como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio”. Kant entierra los
criterios mínimos establecidos por Thomas Hobbes y levanta sobre ellos una
ética totalizadora y propositiva basada en la conciencia racional de la propia
dignidad del individuo. Para Kant, “la posesión del poder daña inevitablemente
el juicio de la razón”, y por ello recomendaba a reyes y príncipes que dejasen
hablar con libertad a los filósofos.
La moral kantiana, que
aspiraba a agotar en sus postulados la eterna dialéctica entre la ética y la
política, entra en crisis y exige una redimensión de sus exigencias en el siglo
XIX. Las individualidades desaparecen. Hegel defiende la superación de la
moralidad personal por las grandes hazañas políticas -“el espíritu del pueblo”-
y sus poquísimos criterios morales aparecen solamente insinuados, empero,
afirma que “el gran político será aquel que sabe orientar sus decisiones hacia
el fomento de la libertad, núcleo de la conciencia principal que de sí mismo
posee todo pueblo maduro, y expresión suprema de la realización del espíritu”.
¿Y la corrupción? Gracias a Hegel, ésta de ser una tendencia pasional
desordenada para convertirse en instrumento para la realización de lo
universal. Hegel formula una concepción preterintencional de los intereses
particulares ya que, anhelando satisfacer sus propios intereses, los políticos
producen realidades superiores a sus intenciones.
Otra buena muestra de la
importancia que para los filósofos ha revestido desde siempre el fenómeno de la
corrupción la encontramos en La política como vocación y corre a cargo del
sociólogo alemán Max Weber, quien reivindica el gobierno de los económicamente
autosuficientes. Incide, por otra parte, en una distinción muy actual: el político
que vive de la política o para la política, siendo capital en tan célebre
distinción el criterio de la servicialidad. Esta vocación de servicio puede
fundamentarse en las propias convicciones del político o en el sentido de la
responsabilidad, si bien “todo hombre público con verdadera vocación y entrega
debe tener siempre presente que las responsabilidades y las convicciones son
elementos complementarios del ejercicio del poder”.
Quien escribe estas líneas
no ha pretendido en absoluto acometer de manera exhaustiva una descripción
resumida de cada uno de los autores tratados, pues esto nos llevaría a comentar
textos de Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham, Marx, Stuart Mill, Bakunin,
Hannah Arendt, Carl Schmitt, Ortega, Rawls, Berlin, Popper o Habermas. El
propósito de la reseña no es otro que el de incitar al lector a atreverse con
una antología que trata de “desempolvar y abrir las mejores páginas de
intelectuales y sabios para que sus voces, libres y críticas, pronunciadas
desde lejanos siglos o decenios, resuenen todavía con fuerza en las conciencias
de quienes, por méritos o sin ellos, nos parezca bien o mal, son hoy en España
y en Europa nuestros representantes y gobernantes”. La lectura de este libro
aprovecha sobremanera, aunque sólo sea para cerciorarse de que en materia de
corrupción, como en materia de casi todo, desde Sodoma está todo inventado. Que
le pregunten si no a la mujer de Lot.
Etiquetas:
Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham, Marx, Stuart Mill, Bakunin, Hannah Arendt, Carl Schmitt, Ortega, Rawls, Berlin, Popper, Habermas, Sarte, Moral Kantiana, Lot, UE, Thomas Hobbes, socialismo, Kant, Weber, Hegel,
https://blogdejuanpardo.blogspot.com/
juanpardo15@gmail.com
https://blogdejuanpardo.blogspot.com/
juanpardo15@gmail.com
Comentarios
Publicar un comentario