Adela Cortina, catedrática de Ética y Filosofía
Política de la Universidad de Valencia.
Naciones Unidas (2.000) lanzó los
célebres Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre los que contaban la
reducción drástica de la pobreza extrema y el hambre para 2021 y otras siete
metas más. A un año de terminar el plazo, el balance de lo logrado arroja un
serio avance en el primero de los objetivos, pero a la vez un aumento de las
desigualdades. La pobreza extrema se ha reducido a la mitad, pero las
desigualdades han aumentado y, con ellas, la pobreza relativa. La Posición
Española para la Agenda Post2021 propone abordar estos dos retos y añadir otros
10 más, entre los que cuenta la sostenibilidad ambiental. Bien hecho, lo que
tiene que ser sostenible es el medio ambiente.
Sin embargo, en el encuentro se adjudicó
a menudo el adjetivo “sostenible” al desarrollo, sustituyendo la expresión
“desarrollo humano”, que tanto ha costado de aclarar, por “desarrollo
sostenible”. Esto es, a mi juicio, un retroceso.
Después de la II Guerra Mundial el
desarrollo de los pueblos se medía en términos de PIB, y fueron pioneros como
Lebret, Goulet, ul Haq o Sen quienes recordaron que el auténtico desarrollo es
desarrollo humano, que los pueblos están desarrollados cuando las personas
cuentan con las capacidades suficientes para llevar adelante los planes de vida
que elijan, no cuando les sobran mercancías. Que la pobreza es falta de
libertad. Recurrir ahora al desarrollo sostenible introduce un margen de
ambigüedad.
Cuando se quiere recortar gastos en una
partida cabe siempre la coartada de decir que tal como está resulta
insostenible y que es necesario introducir reformas para asegurar su
sostenibilidad. Así ocurre con la sanidad, las pensiones, los salarios, la
educación o la economía, con la dependencia o la ayuda a los vulnerables. Los
recortes se hacen entonces en nombre de las generaciones futuras, cuando lo
bien cierto es que es preciso atender a las generaciones presentes sin olvidar
a las futuras. Lo que ocurre es que el término “sostenible” es muy opaco.
Nacido a comienzos del siglo XVIII en el
campo de la economía, recibió el espaldarazo social en las reflexiones sobre el
expolio de la naturaleza. El Informe Brundtland gestó la idea de desarrollo
sostenible y la Cumbre de Río de 1992 se ocupó del tema recordando que los
recursos de la Tierra son escasos y es necesario usarlos racionalmente,
manteniendo sus condiciones de reproducción y pensando en las generaciones
futuras. Este uso de la palabra se introdujo en la Carta de la Tierra, asumida
por la Unesco en 2003.
Para que los
recursos naturales sean sostenibles deben usarse por debajo del límite de su
renovación
Es verdad que, además de la naturaleza,
ya se incluían en la expresión la protección de los derechos humanos, la paz,
la diversidad cultural, la justicia social y el fortalecimiento de la
democracia. Pero el hecho de que la expresión se origine en la economía
ecológica introduce siempre confusiones, porque no es lo mismo intentar que el
uso de la naturaleza sea sostenible que construir una sociedad sostenible. En
ese juego de la ambigüedad quienes desean manipular tienen las manos más
libres.
Para que los recursos naturales sean
sostenibles deben usarse por debajo del límite de su renovación. Si talamos un
bosque, desaparece, pero si nos servimos de él por debajo de cierto límite,
siempre hay madera disponible. Pero ¿qué sucede cuando se aplica esta medida a
la protección de derechos humanos o a la democracia? ¿Cuál es el límite en la
producción y distribución de recursos sanitarios, judiciales, educativos o de
bienestar social, por debajo del cual es preciso situarse para hacer posible la
renovación?
En los ochenta del siglo pasado se decía
que el Estado debía propiciar a los ciudadanos un “mínimo razonable”, y que eso
era lo justo. Pero la justicia parece estar perdiendo terreno frente a la
sostenibilidad, que al parecer da más juego, pero es más confuso. Las personas
no son bosques, no se puede hablar aquí de talar más o menos. Si se recorta
tanto que se pone en peligro la vida digna de una parte de la generación
presente, entramos en lo que se llamó en un tiempo “las elecciones crueles”
entre las actuales generaciones y las por venir, que dejan las manos libres
para actuar en la generación presente sin contar con criterios de justicia.
Ciertamente, una persona puede
sacrificar algunas de sus aspiraciones para tener una vejez mejor, pero una
sociedad no es una persona, sino un conjunto de personas, y son algunas de
ellas las que deciden a quiénes se debe sacrificar. La elección es entonces
cruel, pero no para quienes toman las decisiones, sino para los que sufren sus
consecuencias.
Por eso en el caso de las sociedades es
aconsejable sustituir el discurso de la sostenibilidad por el de la justicia,
el del desarrollo sostenible por el del desarrollo humano y la sostenibilidad
medioambiental. Y en vez de empeñarse en construir una economía o una sanidad
sostenibles, en vez de hablar de pensiones o ayudas a la dependencia
sostenibles, bregar para que sean justas.
Gracias Juan, eres muy amable, me gustó mucho cuando lo leí
ResponderEliminarJuan, de lo mejor que he leído en mi vida.
ResponderEliminarEsa mezcla de ética y política me ha despertado..........
ResponderEliminarSupermagnífico, Juan Pardo. Leo bastante a Adela y siempre deja algo a entrever...un poco de izquierdas.
ResponderEliminarNo entiendo como Adela no publica un libro, al menos, recopilatorio. Gracias, Juan.
ResponderEliminarTres veces lo he leído y aun lo leeré. de 10.
ResponderEliminarEl desarrollo sostenible, son palabras bonitas que sólo existen para los que ya están sostenidos, Propongo que los políticos, pasen por obligación por los distintos estatus y situaciones, desde la del rico, en la que ya están la mayoría, como la del parado que no puede pagar el alquiler, el trabajador que se mata a trabajar por 1000 euros al mes, incluso por la del que tiene que rogar ayuda para comprar un chusco de pan. Y mas allá todavía, por el de la madre que por mucho que lo intenta, su pecho estéril no logra amamantar al niño que va morir en sus brazos por inanición. Entonces y sólo entonces, se darían cuenta de lo que hay mas allál de su mundo, de su sostenible mundo.Probablemente el estar en el lado injusto de la vida, abriría los ojos a mas de uno.
ResponderEliminar¡Vaya pluma¡
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