El Papa peronista, Papa de los pobres que siguen siendo pobres y martirizados por las dictaduras de izquierdas que él mismo amamantó.
El Espíritu Santo se esforzó por elegir a un Papa, entrado ya el siglo XXI, que fuera capaz de responder al desafío de la nueva centuria. Jorge Bergoglio era el adecuado por su sencillez, su solidaridad con los desfavorecidos, su humildad para atender a todos con especial dedicación a los pobres. El mundo llora hoy la muerte de Francisco, que se ha mantenido hasta el último momento de su vida al servicio que le exigía haberse convertido en el vicario de Cristo en el mundo y en obispo de Roma.
En el día triste de su fallecimiento, conviene recordar no solo los méritos y los aciertos de un Pontífice singular sino algo que debe reflexionar ese sector anticatólico de España, tan sectario e intransigente. El Papa Francisco sabía muy bien que la casi totalidad de las naciones de mayoría católica en el mundo, desde Argentina a Filipinas, desde Guinea a Brasil, fueron evangelizadas por España. Sabía muy bien que cerca de la mitad de los católicos del mundo hablan español. Sabía muy bien que un alto porcentaje de las misioneras y los misioneros católicos, en América, en África y en Asia, son españoles. Sabía muy bien que el español Jose Anchieta fue el evangelizador de Brasil, la nación católica más poblada. El Papa Francisco canonizó al jesuita Anchieta rindiendo tributo a la cristianización de Brasil en la época, 1580 a 1660, en que la gran nación perteneció a España. Anchieta, hoy santo, es uno de los grandes españoles de nuestra Historia. Fue poeta, arquitecto, ingeniero, médico y lingüista. Escribió, incluso, una obra de teatro en lengua tupí. Hijo de judía, Anchieta contribuyó decisivamente a la fundación de Sao Paulo (San Pablo de Piratininga) y también de Río de Janeiro. Deslumbró al reyezuelo brasileño Tibirisá. En 1588 se le consideró “el apóstol de Brasil”.
Todavía los fines de semana acuden a misa en España más de 11.000.000 de personas. Pedro Sánchez, qué acierto, qué inmenso acierto, visitó al hacedor de puentes, al Sumo Pontífice en Roma. En su día aplaudí el gesto del presidente del Gobierno. Tanto él como su esposa fueron a la audiencia cumpliendo los protocolos vaticanos, incluso los de vestuario. Sánchez acertó también al regalar al Papa una edición facsímil del Libro de Horas de Rodríguez de Fonseca, un clérigo que durante los reinados de los Reyes Católicos y de Carlos I defendió el mestizaje.
El Papa Francisco le dijo a Pedro Sánchez que “la nación se construye entre todos” y que las ideologías “desfiguran la patria”, al “apoderarse de la interpretación de la nación”. Pudo recordar el Papa al líder socialista español que la Rerum novarum y la Quadragesimo anno fueron las encíclicas que plantearon la justa distribución de la riqueza nacional. Y la Mater et magistra, la Populorum progressio y la Sollicitudo rei socialis exigen la justa distribución de la riqueza mundial.
La iglesia de los pobres, en fin, la iglesia de la madre Teresa de Calcuta, debe ser la iglesia del siglo XXI. Eso lo entendió muy bien el Papa Francisco, que ha entregado su vida entera, pletórica de esfuerzos y de aciertos, a sus creencias religiosas, robusteciendo un catolicismo moderno y esperanzado que forcejea con el descreimiento que ventea el mundo.
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