Milei, Trump y Musk: el “triángulo de hierro” de las criptomonedas o la estafa a millones de argentinos en 5 horas.
Milei, Trump y Musk: el criptogate y el otro “triángulo de hierro”
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La conversación social acelera una pregunta sin respuesta por el momento: ¿el Gobierno acampa en esta crisis y se debilita? ¿O se recupera y retoma su fortaleza? El resultado de la investigación judicial y la capacidad de aprendizaje del Gobierno para producir cambios en el modo en que ejerce el poder son factores definitorios del futuro mileista
Ayer por televisión, Milei se esforzó por blindarse judicialmente desconociendo más o menos explícitamente la existencia del delito de estafa. Milei prefirió entregar otra cosa a cambio, un reconocimiento crítico del problema del fácil acceso a su Gobierno por parte de lobistas poco recomendables. Fue cuidadoso con las menciones a los lobistas. Como en su narrativa no hay delito, tampoco se metió en acusaciones que podrían volver como un boomerang y jugarle en contra.
El “triángulo de hierro” que forman Milei, su hermana Karina y Santiago Caputo quedó golpeado desde la irrupción del criptogate. Una muestra indirecta del impacto de la supuesta estafa global con la “shitcoin” es la ausencia de guillotinados políticos: si no hay “ejecutados”, es porque los ejecutables están demasiado cerca del centro del poder. Por eso ahora, en la estrategia del Gobierno, empieza a tallar otro triángulo de hierro de alcance global: el que queda trazado por la línea de puntos que va de Milei a Elon Musk y a Donald Trump.

Las cuatro verdades de Milei
La estrategia anticrisis se organiza en torno a una cuestión central: ¿qué es lo que le importa al votante, a los mercados, a la política y a sus aliados globales, y en qué medida esas verdades convergen y encuentran un interés común? La respuesta es cruda: más de lo que la utopía democrática republicana desearía. La estrategia del Gobierno aprovecha cuatro verdades, algunas peronistas.
Primero, en la Argentina, la política en general, incluida la política mileista, sabe que la corrupción no lleva a derrotas electorales. Carlos Menem fue reelegido como presidente con más votos que en el primer mandato y aún cuando en su primera presidencia quedó definida la matriz estructural de corrupción menemista. El kirchnerismo retuvo el poder durante cuatro mandatos a pesar de que proliferaron las investigaciones judiciales por corrupción, incluso con sentencias confirmadas. En 2023, aún en medio de las investigaciones judiciales por corrupción que involucraron a la Legislatura bonaerense con el Caso Chocolate y el Yategate de Insaurralde, Axel Kicillof logró la reelección como gobernador en la Provincia de Buenos Aires.
Esa conclusión puede fallar. La elección legislativa da más margen para que los votantes eviten la polarización. Si el criptogate no queda contenido, el votante liberal republicano de Macri o el radicalismo de centro derecha puede tomar distancia de un Gobierno libertario jaqueado por el criptogate y la corrupción de nuevo cuño, o “entre privados”, como describió Milei al negocio del criptogate.
En el Gobierno creen que el tipo de delito sospechado, una estafa con criptomonedas, carece de la contundencia de los delitos analógicos del kirchnerismo, con bolsos volando por los aires. La virtualidad de la supuesta estafa deja al margen a la mayoría de la gente. Pero esa interpretación tiene sus flancos débiles: el mileismo se consolidó como fuerza política entre varones jóvenes dueños de una experiencia identitaria en las redes sociales. En parte de ese piberío, se superpone el ideario libertario con la búsqueda libre de prosperidad económica de la mano de inversiones en criptomonedas. Con el tuit borrado de Milei y sus coletazos, hay reclamo por una traición a esa vía de progreso. El criptogate pudo haber lastimado el poder mileista en la calle virtual en la que se consolidó.
Es la economía
Segundo, la política también tiene clarísimo que el factor económico positivo mata al tema corrupción. Desde el menemismo al kichnerismo en sus distintas versiones, se comprueba la vigencia de ese patrón electoral hecho de blindaje ante las denuncias de corrupción y premio al resultado económico cuando domina variables clave. El Gobierno apuesta a la repetición de esa tendencia ciudadana y de ese hábito electoral. Por eso desde el domingo, Milei y sus ministros volvieron a la carga con los resultados económicos. Esa certeza está sintetizada en una consigna que repiten los libertarios en redes, y también Milei y su ministro de Economía Luis Caputo: “Lo que verdaderamente le importa a la gente”. Explícitamente, se refiere a los logros económicos. Tácitamente, es una forma de despreciar las denuncias de corrupción que arrecian contra Milei por el criptogate.
Desde Manhattan, un economista argentino destacado en el mundo financiero y muy escuchado por el Gobierno, refuerza esa perspectiva. Está más preocupado por la incertidumbre que viene del cepo y del panorama internacional, con Trump elevando barreras, que por el criptogate. ¿Por qué entonces la caída de los mercados? “Cayeron por las chances de que Milei salga debilitado. Si se da algo de eso, los mercados anticipan que le va a costar hacer reformas, por lo tanto las acciones no valen lo mismo”, explica. Otro argentino de los mercados, un operador con éxitos consistentes, no se alarmó con el movimiento del mercado argentino. “La caída es un “buying opportunity”: compro barato porque después se va a recuperar”, asegura.
La otra preocupación económica es el impacto del criptogate en la negociación con el FMI. En El Salvador de Nayib Bukele, el tema criptomonedas resultó de alta sensibilidad. En diciembre, Bukele tuvo que abandonar definitivamente una de sus políticas fundacionales: la legalización del bitcoin como moneda de curso legal. Fue la exigencia que le puso el FMI para otorgarle un préstamo de 1.400 millones de dólares.

“El caso de la Argentina es distinto. Milei puede simpatizar con el mundo cripto pero no ha avanzado con una política pública como la Ley Bitcoin de Bukele. No impacta en la negociación con el Fondo”, sostiene un economista que conoce como pocos la lógica del FMI. La investigación por estafa podría traducirse en un análisis de la contingencia fiscal, como máximo. Imagina, en cambio, que el FMI avanzará con las negociaciones con la Argentina como siguió adelante durante el kirchnerismo, más allá de las denuncias de corrupción. El vínculo del FMI es con el Estado, no con la persona que ocupa la presidencia. La foto de Kristalina Georgieva con Federico Sturzenegger en Arabia Saudita aportó alivio al Gobierno.
Milei, el “underdog” de la democracia real
A esas dos máximas, la estrategia del Gobierno suma una tercera verdad política de estos tiempos: el desprestigio de la democracia republicana que pone límites al poder político y, al contrario, el ascenso rampante a nivel global de una versión de la “democracia real”, menos atenta a las reglas de juego institucional. Esa versión se enfoca en su pretendida efectividad a la hora de solucionar los problemas de la gente aunque en el camino pague el costo de relativizar la calidad republicana. Trump sintetizó bien esa concepción en un posteo de X del viernes pasado: “Aquel que salva a su país no viola ninguna ley”. Lo retuiteó Musk. También Milei, apenas 42 minutos después del posteo de Trump. Milei le sumó un comentario de su cosecha: “VLLC!”. Una prueba de lo bien interpretado que se sintió por su par de Estados Unidos.
Para el poder global representado por Trump y Musk, Milei es el primer presidente libertario que llega al poder. Y que al llegar, logra dar vuelta el destino económico de un país con crisis macroeconómica endémica: para el nuevo ideario de derecha de la tecnopolítica, Milei es el caso testigo. La política económica de Milei con Caputo bajando la inflación y Sturzenegger desregulando es el manual de instrucciones para los líderes antisistema que llegan a hacerse cargo del sistema. Por eso Milei es el experimento a cielo abierto que tiene que salir bien. En esa concepción, el criptogate es uno de los sinsabores de “aquel que salva al país”. De ahí, el apoyo.
En X, Musk evitó referencias al escándalo de $Libra. Y ayer, Trump posteó una cita de Milei que todo el arco libertario interpretó como un apoyo tácito a Milei en medio de la crisis del criptogate: “Si imprimir dinero termina con la pobreza, imprimir diplomas terminaría con la estupidez”, decía el mensaje en la red Truth. El Gobierno argentino celebró.
Hay una última verdad política que conecta al Milei del criptogate con Trump y Musk. En la Argentina, esa verdad se reveló plenamente exitosa con la llegada de Milei al poder. El poder de empatía del “underdog”, del despreciado por la corrección política: una foto en la que se podrían reconocer Musk, Trump y Milei. Contra la lógica clásica de la política modelo siglo XX, donde la impostura de ejemplaridad jugaba un rol, la gente dio ganador a Milei en aquel debate donde Massa buscó humillarlo con sus puntos más vulnerables. En estos catorce meses de gestión, Milei abandonó ese rasgo de humanidad que lo conectó en 2023 con la gente común.
Su modo de ejercer el poder se volvió implacable e incluso cruel con algunos de los suyos, eyectados sin vueltas. Ahora, vuelve la lectura del débil: “Milei se equivocó. No es chorro. Puede aprender”. Así se sintetiza una percepción que en la entrevista televisiva de ayer Milei repuso: la del hombre común que puede cometer errores, y desde ahí conecta con los comunes.
Le falta mucho recorrido al escándalo del criptogate hasta llegar a ver si termina convirtiéndose en un Triángulo de las Bermudas político irremontable. Y en tal caso, comprobar quién se pierde más en ese Triángulo, si la calidad institucional de la Argentina o el poder de La Libertad Avanza.
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