El arrecife coralino de la
isla permite observar la evolución de tiburones y tortugas marinas.
La perla del Pacífico. El
lema con que los folletos turísticos y la publicidad oficial promocionan a Bora
Bora no es un tópico al uso y tiene unas certeras bases en la realidad. No en
vano el producto más valioso del archipiélago de La Sociedad son las perlas
negras. Un bello recuerdo, aunque conviene decir que no es apto para todos los
bolsillos. Por otro lado, la estructura geológica de Bora Bora recuerda a la de
las ostras: un atolón coralino de forma circular (en Tahití y sus islas se
llama motu) que protege una laguna de agua marina y, en el centro (es decir, la
perla), una isla de origen volcánico que se halla completamente cubierta de
vegetación.
La singularidad paisajística
de Bora Bora ha permanecido prácticamente inalterada desde que en el siglo
XVIII llegaran a ella las primeras exploraciones de europeos (entre las que se
cuenta la célebre expedición del capitán Cook). Bellezas que se conservaron
durante el período de la Segunda Guerra Mundial, cuando el archipiélago, y esta
isla en particular, se convirtió en una base militar de Estados Unidos. De
vuelta a su país, los combatientes contaron las increíbles bellezas del lugar a
sus compatriotas, que en pocos años la convirtieron en uno de los principales
destinos turísticos del Océano Pacífico.
Un destino muy romántico
También lo transformaron en
uno de los más románticos. Y eso pese a que la proliferación de complejos
hoteleros se antoje algo desmedida si se tienen en cuenta las dimensiones de la
isla (no llega a los 30 kilómetros cuadrados). Eso sí, la mayor parte de esos
hoteles tienen un diseño y una estructura que favorecen la privacidad de las
parejas, con cabañas independientes, muchas veces en palafitos sobre la laguna
y solo conectados a tierra a través de unas pasarelas de madera. En algunas
cabañas incluso el único contacto con el mundo exterior es a través del
personal del hotel que, cada mañana, lleva el desayuno en piragua.
Muchas de esas
habitaciones-palafito presentan zonas de cristal transparente en el suelo,
desde las que se puede observar la extraordinaria vida subacuática de la
laguna. Sin duda, esa riqueza íctica es el principal aliciente de Bora Bora.
Protegidos de las mareas y corrientes del océano, gracias al arrecife coralino,
aquí han encontrado su hábitat ideal cientos de especies, entre las que
destacan las enormes mantas raya, que se acercan y se dejan acariciar por los
bañistas que las alimentan.
Riquezas bajo el agua
Desde luego no hace falta
ser submarinista profesional para disfrutar de las maravillas que hay bajo el
agua: en muchos de los hoteles, junto con la llave de la habitación se ofrece a
los clientes gafas y tubos para practicar esnórquel. Pero si se quieren
emociones algo más fuertes, nada como contratar una excursión hacia el arrecife
o hacia alguno de los puntos de inmersión que hay en torno a él (no más de una
hora de ruta) para observar las evoluciones de, entre otros animales, varias
especies de tiburones y tortugas marinas, peces mariposa, doncella, damisela,
jureles, doradas o barracudas, aparte de los corales.
Varias empresas, además,
ofrecen la posibilidad de alquilar barcas y patines para moverse por la laguna
o practicar esquí acuático y parapente, entre otros deportes relacionados con
el mar. También existen pequeños submarinos y barcos con el piso transparente
para poder observar los fondos marinos de una forma realmente cómoda, junto con
el tubo y las gafas de buceo se incluye una audioguía que realiza comentarios
sobre la flora y la fauna submarinas mientras se recorre el arrecife coralino.
Y quien quiera efectuar
actividades en tierra firme puede recorrer el interior volcánico y boscoso de
la isla gracias a excursiones programadas a pie (hay varios recorridos de
trekking señalizados), en todoterreno, en quad o a caballo. De una u otra forma
se puede llegar a la base del monte Otemanu, que, con sus 727 metros de
altitud, es el punto más elevado de Bora Bora. Se trata de la parte más visible
del volcán que originó la isla.
Aceites y tatuajes
Todas estas estampas (bajo
el agua o sobre ella y en tierra firme) generan unos recuerdos inolvidables en
los visitantes de esta remota isla. Pero quienes quieren llevarse a casa algo
más tangible pueden hacerlo en las boutiques de los propios complejos hoteleros
o en las tiendas y bulliciosos mercados locales. Aparte de las ya mencionadas
perlas negras, los productos más característicos de Bora Bora, igual que en el
resto de Polinesia, son los coloristas pareos. También son muy demandados el
aceite de monoi, extraído del tiaré (un tipo de gardenia que es el símbolo de
Tahití), y la vainilla. Aunque el souvenir más auténtico es llevarse sobre la
piel un tatuaje con motivos tribales.
Al fin y al cabo, fue Polinesia desde donde se difundió al resto del mundo esta técnica decorativa corporal que para los habitantes de estas islas tenía no sólo una función ornamental sino determinante de su estatus social. Sin duda, una forma muy original de no olvidar unas vacaciones en esta preciosa perla del Pacífico.
Al fin y al cabo, fue Polinesia desde donde se difundió al resto del mundo esta técnica decorativa corporal que para los habitantes de estas islas tenía no sólo una función ornamental sino determinante de su estatus social. Sin duda, una forma muy original de no olvidar unas vacaciones en esta preciosa perla del Pacífico.
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