Muy a pesar de que Pablo
Iglesias e Iñigo Errejón se sienten juntitos en el Congreso, cada uno tiene su
misión, bastante clara y con el mismo fin: Confundir a sus podemitas, ahora
SIMIOS.
De tu interés:
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No es difícil observar la
forma en la que Pablo Iglesias desliza, entre su despliegue habitual de
cursilería, lenguaje sacro y llamamientos a la fraternidad, un auténtico misil
contra Íñigo Errejón. «Algunas veces me dices que no debemos decir siempre lo
que pensamos de esos poderes y que debemos esperar a gobernar», le dice al
supuesto amigo. Pero, al margen de la vileza que implica el tratar de destruir
a un compañero de partido desvelando debates internos de pura táctica política,
lo cierto es que Iglesias tiene razón.
Errejón es el artífice de la estrategia
que utilizó Podemos desde su fundación, consistente en ocultar su ideología
para captar al mayor número posible de ciudadanos con el único objetivo de
lograr el máximo número de votos. Llevando esa táctica al paroxismo, llegamos
en su día al ridículo de que Podemos se reivindicara sucesiva e indistintamente
como populista, socialdemócrata, peronista, centrista, heredero de Suárez y
hasta que admitiera tener un «hilo común» con el lepenismo, como hizo el propio
Errejón. Cualquier cosa salvo comunista y bolivariano, aunque ahí esté
realmente el origen de la inmensa mayoría de sus dirigentes. Todo vale para
captar votos. Y cuando estemos en el poder, ya dejaremos claro por la vía de
los hechos qué es lo que somos. Esa era y esa es la propuesta de Errejón, que
incluye acuerdos con los socialistas para hacer creíble esa supuesta
moderación. El problema es que Iglesias se sumó con gusto a esa estrategia de
populismo extremo diseñada por Errejón mientras funcionó. Y solo la cuestiona
cuando ese modelo de arrojar cebo en todos los caladeros para engordar el
zurrón da síntomas de agotamiento.
Pablo Iglesias casi siempre
está en lo cierto. La mayoría de analistas políticos españoles demuestran estar
en la inopia cuando se tragan la tesis de un Errejón moderado, tolerante y
socialdemócrata frente a un Iglesias radical y extremista. El pensamiento de
ambos es idéntico. El objetivo, también: el poder a toda costa. Y a lo único
que asistimos es a una disputa teórica en torno a si para ganarse el voto de
las masas es más útil engañarlas haciéndose pasar por un partido templado, o radicalizarlas mediante un discurso demagógico (Iglesias). Algo
esto último que, siendo malo, resulta más honesto que lo primero. A quienes
tengan alguna duda de que Errejón es en realidad un radical, tanto o más que
Iglesias, les bastaría darse una vuelta por YouTube y escuchar cómo el supuesto
moderado era el que defendía siempre, antes de la fundación de Podemos, las
tesis más extremas, incluida la utilización de la violencia en las huelgas en
este enlace o el apoyo sin fisuras a Hugo Chávez en este otro.
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