Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias
Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de
Economía. Universidad de Barcelona
El lector me tendrá que
permitir que antes de centrarme en el tema señalado en el título –el sesgo de
los economistas invitados a tal programa de televisión- haga comentarios sobre
el programa La Sexta Noche, que ejemplifica, por desgracia, lo que en España se
conoce como “debate político”. En realidad, de debate el programa tiene muy
poco. Lo que hay es, con abusiva frecuencia, un intercambio de insultos,
interrupciones, gritos y, sobre todo, muy mala educación, promovida, en
general, por los tertulianos de derechas (cuyos homólogos en el panorama
europeo serían más bien próximos a la ultraderecha), y que, en general, ni
siquiera dejan hablar a los tertulianos de izquierdas. Si bien es cierto que
estos últimos –contaminados o provocados por los anteriores- también
contribuyen al griterío, el hecho es que es fácil de ver que son los
tertulianos de derechas los que expresan mayor falta de educación, grosería,
manipulación, mentiras y escasísimo rigor, mostrando claramente su escasísima
cultura democrática.
Me resisto a creer que
no haya en España otros periodistas o políticos de derechas que sean mejores
que los que aparecen en tal mal llamado “debate”. En ningún otro país en el que
he vivido he visto una imagen más deprimente de lo que se quiere dignificar bajo
tal nombre. Ni siquiera en la Fox de EEUU. Mírenlo y compárenlo, y lo verán. Y
no es solo el sesgo tan marcado que hay en la selección de tertulianos (los
únicos que aparecen durante toda la noche son los eternos Eduardo Inda y
Francisco Marhuenda), sino también las malas maneras, la falta de respeto y la
imposibilidad de argumentar, que alcanzan niveles auténticamente desagradables,
incluso para el televidente. Da una imagen muy pobre de la cultura política y
mediática del país.
La sección económica de
tal programa
Esta sección del
programa La Sexta Noche aparece en la última parte del programa, que, por regla
general, se emite ya casi a la 1 de la madrugada. La gran mayoría, por no decir
la totalidad de los expertos economistas son economistas de tendencia liberal,
bien ultraliberales o socioliberales, como fue el caso, en uno de los últimos
sábados, el 19 de marzo, del Sr. José Carlos Díez, que además de ser el gurú
económico de La Sexta, lo es también de El País. Es, a su vez, próximo a la
dirección del PSOE, habiendo sido uno de los defensores de las políticas del
gobierno Zapatero en su respuesta a la crisis.
Las limitaciones de
esta escasa diversidad aparecieron aquel sábado, cuando se discutió un tema de
gran importancia y urgencia: la pobreza y las desigualdades en España. En este
programa, el Sr. José Carlos Díez presentó la elevada pobreza en España (de las
más altas en la UE-15, el grupo de países de semejante nivel de desarrollo al
de España en la UE), sin apenas tocar, sin embargo, las desigualdades (también
de las más elevadas de la UE-15). El mayor énfasis del Sr. José Carlos Díez fue
mostrar el gran crecimiento de la pobreza durante el gobierno del PP (lo cual
causó una interrupción constante por parte de Inda y Marhuenda, que casi no le
dejaron hablar). Pero apenas abordó las soluciones, y solo señaló la necesidad
de mayores programas de formación profesional a los parados y mayor
sensibilidad hacia las madres solteras, que concentran la mayor pobreza.
Ahora bien, aun cuando
estas intervenciones son necesarias, son dramáticamente insuficientes para
disminuir la pobreza y reducir las desigualdades en España. Lo que el Sr. José
Carlos Díez ignoró es que se requieren cambios mucho más sustanciales y
profundos de los que él sugería, en dirección opuesta a los que la sabiduría
convencional, de claro corte neoliberal, reproducida por la Troika, propone, y
que él, por cierto, apoyó durante estos años de la Gran Recesión. El Sr. José
Carlos Díez ha estado asesorando al PSOE, a El País y a La Sexta (que le
ofrecen grandes cajas de resonancia) y ha estado atacando (a través de estas
mismas cajas de resonancia) las propuestas de partidos progresistas como
Podemos e IU, que implican una reversión de las políticas que han causado el
gran ascenso de la pobreza y de las desigualdades y que ya se iniciaron durante
el gobierno Zapatero, en su respuesta a la crisis.
Lo que no se vio en La
Sexta Noche: qué debería hacerse para eliminar la pobreza
La pobreza en España
está causada predominantemente por el elevado desempleo, la escasa ocupación y
la baja producción de puestos de trabajo bien remunerados y en condiciones de
estabilidad. En realidad, las políticas de austeridad y reducción salarial que
han ido imponiendo el gobierno Zapatero primero y el gobierno Rajoy más tarde,
han empeorado la crisis y retrasado enormemente la recuperación económica.
Y la pregunta que debe
hacerse es: ¿por qué se producen tan pocos puestos de trabajo? Y la respuesta
es, que, en gran parte, ello es consecuencia de que la demanda de productos y
servicios es muy baja, el mayor problema que tiene el mundo empresarial. El
lector se preguntará: ¿y cómo se puede aumentar la demanda? Y la respuesta no
es nada difícil de ver, aun cuando seguramente no la leerán tampoco en los
medios ni la verán en La Sexta Noche o en la televisión: revertir las políticas
de austeridad y eliminar las reformas laborales, que han reducido
sustancialmente los salarios, con un aumento mucho más notable del salario
mínimo del que está proponiendo ahora el Sr. Díez.
Otra medida sería
estimular la creación de empleo mediante una gran inversión pública en varios
sectores de la infraestructura social y física del país. Un ejemplo de ello
sería la creación de empleo en el escasamente desarrollado Estado del Bienestar.
Si España tuviera el mismo número de adultos trabajando en sanidad, educación,
servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios, vivienda
social y prevención de la exclusión social que tiene Suecia (alrededor de 1 de
cada 4, en lugar de 1 de cada 10, que es la tasa de España), España tendría
unos 3,5 millones más de puestos de trabajo. Si, además, invirtiera en
reconvertir la infraestructura energética hacia las fuentes renovables, se
podrían crear fácilmente 400.000 puestos de trabajo. Y así un largo etcétera.
Otra forma de crear
empleo es disminuyendo el tiempo de trabajo, bajando el número de horas de
trabajo a 35 horas semanales y repartiendo el tiempo de trabajo, tal como se ha
hecho en Alemania, una de las causas de su bajo desempleo.
Y aquellas personas que
no pudieran trabajar tendrían que poder acceder a una renta garantizada que les
permitiera tener un nivel de vida digno, tal como ocurre en los países del
norte de Europa.
La predecible respuesta
que economistas como el Sr. Díez dan a estas propuestas es que son utópicas e
irrealizables. Constantemente se acentúa que el Estado no tiene tales recursos.
Pero ello no es cierto. El país es suficientemente rico para pagar tales
propuestas. El dinero existe. Lo que ocurre es que el Estado no lo recoge, o el
Estado está sujeto a unas reglas a todas luces erróneas (como el infame
artículo 135 de la Constitución, o el Tratado de Maastricht), que establecen un
orden de prioridades que dan mayor peso a pagar a los bancos los intereses de la
deuda pública que a invertir en las escuelas, o a estar forzados a tener unos
niveles de déficit público arbitrarios e innecesariamente constrictivos.
La realidad es que si
las rentas del capital se gravaran en España al mismo nivel que las rentas del
trabajo, si además no se permitiera la utilización de paraísos fiscales y si se
consiguiera, en su lugar, eliminar el fraude fiscal de las grandes familias, de
la banca y de las empresas que facturan más de 150 millones de euros al año, se
podrían obtener fácilmente más de 80.000 millones de euros más de los que el
Estado recibe.
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