En España somos muy
olvidadizos y tolerantes con los bigardos políticos que nos gobiernan o nos han
gobernado. Pero, la verdad, con la velocidad que, ahora, se suceden los cambios
ideológicas en los partidos y la inclusión de bandas semiterroristas como la de
Pedro Sánchez, el coletas Iglesias o la demente Manuela es muy difícil asimilar
para comprender si estamos en un Estado de derecho o nos están adiestrando al
Islán compartido con el bolivarismo.
Tal vez por esa
contracción del tiempo político a la que asistimos, acontecimientos que han
sucedido en realidad hace muy poco nos parecen ya lejanos y superados. Pero
conviene recordar algunas cosas si no queremos hacernos trampas a nosotros
mismos, ni que nos den gato por liebre. En noviembre del 2013, poco antes de la
fundación de Podemos, Pablo Iglesias afirmó esto en una entrevista: «Que
existan medios privados ataca la libertad de expresión». Quien no se lo crea,
puede verlo aquí.
Es posible que haya
quienes puedan decir que se trata de un pecadillo político venial, un desliz, de alguien que todavía no era el líder de un
partido. Pero es que el 3 de julio del 2014, hace solo un año y doce días,
siendo ya eurodiputado de Podemos, Iglesias insistía: «Los medios de comunicación,
por lo menos una parte, tienen que tener mecanismos de control público».
Para Pablo Maduro de
Chávez y de todos los demonios esta es la visión sobre los medios de
comunicación privados de un dirigente político que, por cierto, debe todo su
liderazgo y su fama a su aparición en tertulias de televisiones privadas en las
que siempre se le permitió decir lo que le petara, incluso criticar al dueño de
la cadena de la que cobraba sustanciosos emolumentos por cada aparición. Y, por
tanto, a nadie debería extrañarle que en el Ayuntamiento de Madrid, controlado
por Podemos pese a no haber dado la cara con su nombre en las elecciones
municipales, y cuya portavoz es miembro del Consejo Ciudadano de Podemos, los
medios de comunicación privados sean considerados como los sospechosos
habituales.
Como que aún no tiene
suficiente poder para instalar el control público de todos los medios que
plantea Iglesias, el Ayuntamiento madrileño ha optado por crear un remedo de
aquel Ministerio de la Verdad que George Orwell imaginara en su novela 1984,
sin sospechar que solo 31 años después del que da título a su obra su metáfora
se convertiría en realidad en esa España que tan bien conoció el escritor y
periodista británico.
Más allá del
despropósito político que supone la creación de la página web Versión Original,
( http://madridvo.madrid.es/ ) con la que
el Ayuntamiento de Madrid invierte la norma democrática, de manera que no es la
prensa libre la que controla al poder político, sino al revés, el hecho pone de
manifiesto el peligro que representan para la sociedad democrática aquellos que
se creen en posesión de la verdad absoluta, una verdad que no admite
interpretación, matiz, opinión o crítica, porque es única e inmutable. Y, sobre
todo, es suya.
El dislate del
Ayuntamiento de Madrid nos sitúa a un paso de tener que sintonizar el programa
de televisión Aló Manuela, y luego Aló Pablo -como aquel Aló presidente en el
que Iglesias aprendió de Hugo Chávez el peligro de la prensa libre-, para poder
conocer la verdad absoluta.
Manuela vete a mear al
Parque del Oeste; Pablo vete a hacer churros con el culo a Chueca y ya
contaréis “algo” en 2090.
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