Xavier Trias, exalcalde
de Barcelona, considera un error de su sucesora, Ada Colau, la prohibición de
la misa que cada año desde hace 75 se celebra en el castillo de Montjuïc en
recuerdo de los presos del bando franquista fusilados en ese lugar durante la
Guerra Civil. “Crea un conflicto donde no lo había”, ha dicho.
Tiene razón. De
entrada, no es lo mismo recordar a los fusilados, sean del bando que sean, que
celebrar los fusilamientos. El 15 de octubre de 2004, el entonces presidente
catalán Pasqual Maragall, en un homenaje a Lluis Companys, fusilado en ese
lugar, dijo: “Algún día habrá que añadir a los nombres de los fusilados que
aquí son recordados los de las personas que fueron asesinadas y aquí enterradas
como consecuencia de los paseos republicanos”.
El Ayuntamiento ha
argumentado que hay un fraude de ley al presentar la convocatoria como de
homenaje a todos los caídos cuando la fecha elegida, 19 de julio, demuestra que
se trata en realidad de un acto de exaltación del alzamiento militar de 1936,
que en Barcelona se produjo en esa fecha. Con lo que se vulneraría la
prohibición, prevista en la Ley de Memoria Histórica, de que las
Administraciones se abstengan de realizar “menciones conmemorativas de
exaltación de la sublevación militar”. Por lo que sugirió a los organizadores
que si de verdad desean recordar a todos los muertos elijan otra fecha y otro
lugar con menos carga simbólica. La asociación convocante ha respondido
afirmando que no pretende hacer “exaltación ni apología de nada” y aceptando
cambiar la fecha al 25 de julio, festividad de Santiago. Pero el Ayuntamiento
ha insistido en que también debe cambiarse de lugar.
Resultan preocupantes
algunas insistencias municipales —en diversos lugares— que, en nombre de una
interpretación dudosa de la memoria histórica, parecen querer volver atrás en
el camino de la reconciliación y la convivencia.
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