Los virreyes de
Cataluña, Artur Mas y Oriol Junqueras gozan de soberbia propia y aplican la/su solidaridad
a su imagen y semejanza. Cataluña aporta
a la caja común de los españoles más de lo que recibe (8.455 millones de euros,
según las balanzas fiscales publicadas estos días). El creciente déficit de la
Seguridad Social coloca en un brete la cuantía -e incluso la supervivencia- de
las pensiones futuras. El primer dato le permite a Mas, presidente de la
Generalitat, hablar de expolio y justificar su deriva secesionista. La segunda
constatación induce a Luis María Linde, gobernador del Banco de España, a
recomendar a los jóvenes que suscriban planes privados de pensiones. Ambos,
aunque ustedes piensen que se me ha ido la olla y mezclo churras con merinas,
dicen la misma cosa. El separatista y el unionista sintonizan la misma onda
ideológica.
Artur Mas, lo tiene
claro. Si los mucianos quieren AVE y los andaluces cobrar el PER, adelante,
pero no con mi dinero. La postura de Linde tampoco deja lugar a dudas: si los
jóvenes aspiran a cobrar una pensión digna el día de mañana, que ahorren. Si no
pueden, porque están en paro, trabajan solo unas horas o cobran una miseria,
que se fastidien. Pero imaginen ustedes que todos pueden: ¿por qué, en ese
caso, el gobernador no sugiere, en vez
de abonar las cuotas de un plan privado, ingresar ese dinero en las arcas de la
Seguridad Social y apuntalar el sistema?
No lo hace, queridos
amigos, porque su intención es otra. El gobernador, al igual que el honorable
president, solo pretende cargarse la solidaridad. Quiere enterrar el sistema
público de pensiones y que cada uno cobre exactamente lo que aporta (o lo que
ahorre). Y el que nada aporte, que nada cobre. No como esos campesinos
gallegos, cuyas cotizaciones ni de lejos sostienen las pensiones que perciben.
O, sensu contrario, como esos jubilados que, después de una larga vida laboral,
cometen el error de morirse pronto, desequilibrando su balanza fiscal: perciben
mucho menos de lo que aportaron. Artur Mas también defiende que cada palo
aguante su vela, pero cambiando el sujeto: la comunidad que quiera AVE, o
subsidio de desempleo, o pensiones no contributivas, o servicios básicos, que
se los pague.
Esperemos, al menos,
que no cunda el ejemplo, puesto que la balanza intermunicipal de Andalucía
también está desequilibrada: A Almería o Málaga aportan más de lo que reciben;
Mojácar o mi Zurgena querida, mucho menos. Confiemos en que Susana Díaz o María
Jesús Montero no caigan en la tentación de emular al honorable y decidan
independizarse para acabar con el agravio.
El separatista,
Junqueras y el unionista Arturo colocan, cada uno a su manera, sendas cargas de
dinamita en los cimientos del Estado. Le niegan su función redistributiva,
consistente en que paguen más los que más tienen y reciban más los que menos
tienen. La cohesión social, a hacer puñetas. Porque, vamos a ver, si cada uno
dispone del médico, el maestro, el guardaespaldas o la pensión que puede
pagarse, ¿para qué diablos queremos el Estado?
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