El mundo financiero islámico no, precisamente,
es un encanto, aunque muy amplio y de fácil acceso. Que nadie dude, son grandes – aun sin intereses son muy buenos- cobradores y
malos pagadores. Ahora bien, tienen mucho dinero, occidente es dependiente y
solo hay dos caminos que nunca te abrirán
las puertas de SU dinero, la soberbia y la ignorancia. Los que nunca
aprendieron que los globos terráqueos son eso, figuras esféricas que giran y al
hacerlo muestran diferentes realidades, siguen pensando que la única visión del
mundo es la que se obtiene desde su balcón; y si este se aloja en algún lugar
de España, llegará a creer que solo existe una forma de entender las finanzas,
la nuestra, la que ha llevado a la quiebra a la mitad del sistema bancario. Y
si encima vive en la ignorancia, pensará que esta bancarrota financiera que
hemos vivido era una catarsis del sistema y, por tanto, cuando el mismo se
reconstruya, deberá hacerlo sobre los mismos pilares.
A finales de
octubre se celebró en Londres el World
islamic economic forum y
hasta aquí no pasa nada, ya van nueve. ¿La novedad? El descaro con el que el
primer ministro británico, David Cameron, dijo “queremos que Londres sea, con
Kuala Lumpur y Dubái, el otro referente mundial de las finanzas islámicas en el
mundo”. Mientras la City observa con nitidez su posición estratégica en el
golfo Pérsico, Asia Menor y este de Asia, en España no tenemos ni siquiera un
discurso impositivo que dé respuesta a las peculiaridades de la amplia gama de
productos financieros islámicos. ¿El camino? Todo por andar.
Escribe, Venancio Salcines, presidente de Escuela de Finanzas. Aunque Reino
Unido, nuestro referente, ya es sede de más de veinte bancos islámicos y ha
desarrollado a través de su principal agencia oficial de acreditación financiera
el Chartered Institute for
Securites & Investment, la Islamic
Finance Qualification o el
acceso a la asesoría financiera islámica, lo cierto es que el negocio
financiero no reside todavía en esas entidades, meras intermediarias, sino en
la captación de un volumen de negocio equivalente al 150% del PIB español.
¿Suficiente? No, esa cantidad equivale al 1% de los activos financieros
mundiales y dada la actual velocidad de crucero de la banca islámica es de
prever que cada cinco años se duplique.
Hace unas semanas,
en Riad, conocí, de la mano del consejero delegado de Aliman Bank, una de las
principales entidades financieras de Arabia Saudí, los servicios centrales de
esta institución puramente islámica, es decir, sujeta a la shariah (ley islámica). Al visitarla, no
tardas más de diez minutos en darte cuenta de que estás frente a una banca
universal capaz de satisfacer las mismas necesidades financieras que un banco
tradicional español, pero con una salvaguarda: ninguno de sus productos resulta
incoherente con su religiosidad. Por tanto, su crecimiento depende
esencialmente del grado de bancarización de su sociedad y de su capacidad de
innovación y esta última, va muy por delante de lo que nos podemos imaginar. En
el caso de Arabia Saudí y su área de influencia religiosa, la opinión de la
Liga Musulmana Mundial, a través de la Fundación Islámica Internacional para la
Economía y las Finanzas, es siempre muy valorada; por ello, estas instituciones
religiosas son las que en el fondo dominan el motor de la innovación
financiera. No olvidemos que los suníes, a diferencia de los católicos o los
chiíes, premian la decisión colegiada sobre la individual y el diálogo abierto
sobre la doctrina cerrada. Al menos en el campo financiero, es obvio que este
proceso, el de la lectura financiera de la sariah, se está realizando de modo
positivo. Tuve ocasión de asistir a uno de esos procesos de diálogo en el marco
de la Center of Research
Excellence for Islamic Banking and Finance de la Universidad Rey Fhad y el debate
entre la comunidad religiosa y la financiera era abierto, con un grado de
tolerancia que no dejó de parecerme bastante atractivo intelectualmente.
¿Y cuál es el
marco religioso? Quizá lo más correcto sea hablar del marco ético, pues eso es
lo primero que le exigirá un banco islámico a una empresa para financiarle una
inversión o una emisión de bonos: principalmente, que sus actividades no violen
los principios sociales de su religión, los cuales vienen a ser los mismos que
los que percibe un país de raíces cristianas, como España, adicionando la
industria del alcohol o del juego, actividades económicas no admitidas por la
comunidad islámica. De hecho, lo natural es que las empresas españolas que van
a construir el metro de Riad o el AVE entre La Meca y Medina puedan financiarse
con facilidad, tal como hacen las americanas o las japonesas, emitiendo bonos
islámicos o sukuk.
¿Emitirlos desde España? ¿Por qué no? Más de una nación está emitiendo, como
Indonesia desde 2009, bonos islámicos en dólares para financiar su deuda
pública. Ese es uno de los juegos de Londres, pero también el de Indonesia y
esencialmente el de Malasia. Quizá sea bueno saber que no son las aguas del
golfo Pérsico, sino las del mar de Java, las que acercan las finanzas islámicas
a las orillas de Europa. Hacia el eje Kuala Lumpur-Singapur-Yakarta, área en la
que viven cerca de doscientos cincuenta millones de personas, es hacia donde
debemos lanzar nuestra mirada si deseamos entender lo que está por venir. Eso
es lo que está haciendo Londres, para plena satisfacción de Malasia. El tigre
asiático es, después de Irán y con un 17% de cuota de mercado, la segunda
potencia financiera del mundo islámico, superando en tres puntos a la
todopoderosa Arabia Saudí y con una vocación clara: liderar los mercados
financieros islámicos. Y lo tiene fácil. La primera potencia financiera, Irán,
está aislada y la tercera, Arabia Saudí, vive más centrada en preparar al país
para la era pospetróleo que en salir a conquistar otros mercados financieros.
Pero el discurso
islámico más solvente no busca apoyarse en la emisión de bonos o en su
percepción del riesgo compartido en la financiación empresarial, sino en el
concepto de regulación financiera. No sufrieron la crisis porque nunca se
dejaron seducir por Basilea II. La regulación que sostenía el sistema en 2008
no solo permitía, sino que animaba, a construir la solvencia bancaria a través
de instrumentos híbridos de capital; que es tanto como decirle a un panadero
que para aumentar sus ventas de pan lo que debe hacer es comprar más levadura.
Y así, con más y más levadura, nos alimentamos y mal asunto para quien no lo
hiciese. Recuerden las críticas que recibió el Santander, por parte de los
analistas, cuando amplió, con muy buen juicio, capital en 2008: debía crecer
expandiendo su TIER2 no por su core capital, le respondían al unísono los
analistas españoles. ¿Mercados inteligentes? En 2010, el Banco Internacional de
Pagos anunció los tres grandes ejes de Basilea III: la vinculación entre
apalancamiento y capital, nuevos parámetros de liquidez bancaria y la asunción
de que los instrumentos de solvencia bancaria debían tener capacidad real de
absorber pérdidas. Esta nueva música, que apenas hemos empezado a tatarear en
Europa, arraiga en la esencia de la banca islámica, deseosa de crecer sin apalancamientos,
evitando, por principio, la especulación y cargada de ahorro ajeno no
remunerado dispuesto a financiar a los suyos. Son otra orilla y desean que la
visitemos. Habrá que construir los puentes.
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