El futuro de España, NUNCA MÁS puede quedar en manos de políticos. No precisamente, estos vienen de Marte.
En
España, nunca vamos a dejar de ser personajes del Quijote con el valor negativo
añadido de no saber a quién representaremos a la apertura del telón.
Si
bien, hasta la fecha, todos los partidos
políticos con representación parlamentaria, tanto a nivel nacional o
internacional han conseguido dicha representación con promesas populistas o
greguerías bizantinas. El presente con vistas de futuro inmediato, no deja de
ser más de lo mismo con mala fe por parte de los que la democracia denomina “políticos”
Vamos a tomar como referente a Podemos
ya que a ellos les gusta chupar tinta para, posteriormente, escupirla en las cámaras y medios de comunicación asociados a la causa. Su éxito se basó en un programa electoral que
ocupa 36 páginas y al que todo ciudadano tiene acceso desde la página web del
partido. El programa es una maravilla desde el punto de vista de las relaciones
públicas y el marketing, pero rezuma populismo por todos los costados. Las 36 páginas proponen, entre otras
medidas, el impago de parte de nuestra deuda soberana, la pérdida de
independencia del Banco Central Europeo, la democratización y nacionalización
del sistema bancario, una renta básica para todos los ciudadanos, la moratoria
de algunas deudas hipotecarias, el abandono de algunos de nuestros tratados de
libre comercio o bajar la edad de jubilación a los 60 años. A primera vista,
todas estas medidas suenan de maravilla y son muy atrayentes para la gran masa
de descontentos a la sombra de la crisis que parece no querer abandonarnos.
Pero analizadas con un poco de sentido común no pasan la prueba del algodón. No
pagar la deuda soberana tendría consecuencias inimaginables sobre nuestra
capacidad, como país, de acceder a los necesarios mercados financieros; la
democratización del Banco Central Europeo traería consigo la ya casi olvidada
inflación; la nacionalización del sistema bancario niega que fueron las
instituciones financieras controladas por el sector público las más afectadas
por la crisis; la renta básica parece milagrosa pero el programa electoral
obvia el problema de su financiación; la moratoria hipotecaria generalizada
haría un daño irreparable al futuro de nuestro sistema hipotecario; abandonar
los tratados de libre comercio sería sinónimo de pobreza en muchos de los
países que los firman y bajar la edad de jubilación niega las dinámicas demográficas
a las que nos enfrentamos.
A
todo esto, el PP piensa que al “”exitoso””
populismo de izquierdas electoralmente debe responderse con populismo de derechas,
igual de ahí deriva su identidad, Partido Popular. Mucho más sonoro y voceado
cuando las elecciones estás a la vuelta de la esquina. Hace bien poco tiempo, el
ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro presentó las directrices de la que
sería su reforma fiscal y de inmediato se están aprobando en mala medida. Sus
líneas generales son dobles y claras. Por un lado, bajar los tipos impositivos
del impuesto de la renta y sociedades y eliminar algunas de sus deducciones
fiscales y por el otro, no tocar el IVA. Bajar tipos impositivos del impuesto
de la renta y sociedades es acertado ya que es cierto que en ambos casos son
muy altos en comparación con la media de los países desarrollados. Pero no es
menos cierto que deben eliminarse todas, o casi todas, las deducciones. Las
deducciones son como las medidas del programa de Podemos. En principio, suenan
muy bien y son muy atrayentes para el ciudadano, pero en la mayoría de los
casos, solo reflejan el éxito de algún lobby en convencer al ministro o
dirigente de turno. Mantenerlas es casi tan populista como proponer una renta
básica o no pagar nuestra deuda soberana. Aunque, por desgracia, el populismo
de derechas no acaba ahí.
Para
que el ya precario sistema de bienestar no se venga abajo, de ninguna de las
maneras podemos permitirnos una caída
recaudatoria, más bien todo lo contrario. El déficit público, aun corregido por
el ciclo económico, es enorme y el nivel de deuda pública está llegando a cotas
insostenibles. España tiene uno de los niveles de recaudación como porcentaje
del PIB más bajo de toda la UE-27, rozando el 37 %, por tanto, cualquier
reforma fiscal debe tener como uno de sus objetivos el aumentar la recaudación
y reducir el déficit. Mantener deducciones y negarse a aumentar la recaudación
vía IVA es populista y engañoso para el ciudadano ya que niega el hecho de que
es necesario recaudar más para financiar los servicios públicos ya existentes.
Y eso es lo que hace el proyecto de reforma fiscal presentado por el PP. El
proyecto no aumenta la recaudación sino que la baja. Negar la evidencia de que
es necesario aumentar la recaudación vía impuestos indirectos y eliminación de
deducciones es tan irresponsable como presentarse a las elecciones europeas con
un panfleto de 36 páginas. Cierto y verdad es que no es necesario aumentar los
tipos del IVA, pero es capital recalificar muchos de los bienes que ahora están
gravados a tipos reducidos. Tampoco es necesario eliminar todas las
deducciones, pero sí la mayoría. Es claro que tomar medidas como estas es poco
popular, pero de una necesidad innegable. La negativa del Gobierno del PP a reconocerlo
roza la temeridad por imprudente tiranía.
La
restricción presupuestaria debe cumplirse por lo que solo hay dos opciones
posibles: más recortes o más deuda. Creer que con suficientes votos se puede
gobernar sin una restricción presupuestaria es equivalente a pensar que podemos
eliminar la ley de la gravedad con suficiente apoyo popular. No queremos entrar
en valorar si más recortes del gasto público son o no deseables, eso es un
problema entre el Gobierno y sus votantes. Sin embargo, no reconocer que es
probable que esta reforma implique recortes adicionales en el gasto público es
tergiversar la realidad. Otra forma de populismo. El coste de la reforma es de
unos siete mil millones. Si queremos cumplir con el déficit y no hay otros
aumentos impositivos suficientes para compensar la bajada de tipos impositivos
sobre la renta y beneficios empresariales, habrá que recortar el gasto. Si
volvemos a saltarnos el déficit, la deuda aumentará más de lo previsto con las
consecuencias que eso conlleva. Esa es la impopular realidad y negarla es de lo
más popular.
Puede
que haya quien piense que para ganar unas elecciones es imperativo ser
populista, que no hay otra opción. Pero lo cierto es que en muchas ocasiones
los gobiernos se han tenido que enfrentar a situaciones difíciles sin tirar de
la receta populista. Sin ir más lejos, el actual Ejecutivo ha aprobado medidas
tan impopulares como necesarias. Por un lado, ha reformado el mercado laboral
mejorando la negociación colectiva y, por otro, ha hecho más sostenible nuestro
sistema de pensiones, aceptando casi en su totalidad las recomendaciones del
comité de expertos. También subió el IVA, hace ya casi dos años, alejándonos de
un precipicio que parecía atraernos sin remedio. Todas esas medidas fueron
impopulares, valientes y elogiadas por los firmantes de este artículo. Pero
parece que ese tiempo quedó atrás. Hemos pasado de hacer políticas impopulares,
pero necesarias para el futuro del país, a adoptar medidas populares pero que
pueden tener consecuencias nefastas para el futuro de nuestros ya mermados
bolsillos, ellos llaman arcas del Estado.
Comentarios
desafortunadamente promesas nunca han sido suficientes para poner fin a una crisis política.
Esto es cierto en mi país y que se aplica a su país.
Usted tiene ya de buena reputación y decente proceder, sobre todo porque los políticos con responsabilidad para conseguir las muchas crisis y la deuda soberana bajo control.
Usted tiene una noche agradable y muchos queridos saludos de Tom
...." no creo que la solución sea otro partido con otros contenidos, sino otra división de poderes entre los ciudadanos y sus representantes; una democracia soberana " C.Felber
-Añadimos pues de instituciones democraticas bien gestionadas y de instituciones supranacionales justas, eticas, bien gestionadas
Votar hoy día demuestra no tener dignidad, ni honor, ni amor propio, porque, sabiendo que nos engañan, mienten y timan, seguimos apoyándolos.
Los españoles que votan son peores que prostitutas, porque a ellas también las joden, pero al menos cobran por ello.
En cuanto a gente dispuesta, ya la hay, pero están perseguidas y condenadas al ostracismo en los medios del régimen, porque no conviene que la gente conozca la realidad de lo que pasa.
Es mejor hablar de voto útil, de voto de castigo, del deber cívico de votar, y de todo lo que promueva el voto.
Si estuviéramos en una democracia, yo sería el primero que votaría a lo que me interesase, y elegiría mi representante, fuese o no de un partido político, pero mientras votar no sea elegir, sino refrendar, conmigo que no cuenten.
En estos momentos todos son enemigos de la sociedad civil.
Los españoles que votan son peores que prostitutas, porque a ellas también las joden, pero al menos cobran por ello. TIENES TODA LA RAZÓN DEL MUNDO. ...a sabiendas que nos engañan..hay que ser masoquista.
En cuanto a gente dispuesta, ya la hay, pero están perseguidas y condenadas al ostracismo en los medios del régimen, porque no conviene que la gente conozca la realidad de lo que pasa.
Es mejor hablar de voto útil, de voto de castigo, del deber cívico de votar, y de todo lo que promueva el voto.
Si estuviéramos en una democracia, yo sería el primero que votaría a lo que me interesase, y elegiría mi representante, fuese o no de un partido político, pero mientras votar no sea elegir, sino refrendar, conmigo que no cuenten.
En estos momentos todos son enemigos de la sociedad civil.