

Para no ser menos,
la otra pinocha del PSOE y, actualmente, vicesecretaria general del PSOE, Elena
Valenciano, ungida también por un dedo divino como candidata socialista para
las elecciones europeas, en este caso el de Alfredo Pérez Rubalcaba. Durante
los nueve años que ejerció como eurodiputada, Valenciano se presentaba en la
web del Parlamento Europeo como «licenciada en Derecho y Ciencias Políticas»,
especificando además que había terminado ambas carreras en 1980, cuando tenía solo
20 años. Lo cierto es que Valenciano no es licenciada en nada. Y que cuando se
le hizo notar la mentira flagrante, alegó que lo que ella posee son «estudios»
en esas materias, es decir, que estuvo matriculada, omitiendo que fue ella
misma quien rellenó la ficha en la que figuraba como licenciada. Falsificar un título
académico es DELITO.
Ese recurso, el de
afirmar que se tienen «estudios, es habitual entre nuestros políticos. Y así
hemos tenido en España un ministro nada menos que de Industria, José Montilla,
que en algunos sitios declaraba que «estudió Derecho y Económicas» y en otros
que tenía «estudios» de ambas materias, aunque la verdad es que no pasó nunca
de segundo curso en ninguna. También el exministro José Blanco hace constar aún
hoy en su ficha del Congreso que tiene «estudios de Derecho», carrera que nunca
terminó. Y el actual secretario de Estado de la Seguridad Social, Tomás Burgos,
llegó al límite al falsear su currículo oficial en la página de la Moncloa,
haciendo constar que era médico, cuando jamás se licenció en esa carrera.
Lo que no se
entiende es el porqué de esta fiebre por la mentira o el inflado académico,
cuando todo el mundo sabe que, aunque para ser taxista en Sevilla o cantar en
la calle en Madrid hay que superar un duro examen, para ser diputado o ministro
el único documento exigible es el DNI y como virtud ser mentiroso o
incapacitado mental.
Comentarios
Thank you so mucho, Juan