Después de los terremotos los afectados golpean a los sismógrafos, Jünger y Nietzsche.


Tras la muerte de Dios: Nihilismo, secularización y crisis
Jünger, escritor alemán, decía que después de los terremotos los afectados  golpean a los sismógrafos. Algo así ha sucedido con Nietzsche, acusado por muchos de ser el responsable del nihilismo y de la secularización occidental.
Fueron los teólogos de la “muerte de Dios” quienes proclamaron que el auténtico nihilismo se encontraba ya en el Evangelio y que el cristianismo no había extraído todavía todas las consecuencias de la doctrina de la encarnación interpretada a través de la categoría de kénosis: la “muerte de Dios” implica la transformación de la fe en amor. Además de ellos, Gogarten y Metz teorizaron ampliamente la secularización. Según Gogarten, ésta tiene su origen en la esencia de la fe cristiana y es una legítima consecuencia de ella, pues representa un proceso de autonomización del hombre frente al mundo y de responsabilización por el mundo que se ha iniciado con ella. Metz presenta una valoración positiva del proceso de secularización, pero, a diferencia de Gogarten, prefiere utilizar el término “mundanización”, que expresa el aspecto filosófico-cultural de un proceso histórico cuya vertiente político-social se expresa con el término “secularización”, el cual indica no sólo el proceso de emancipación del mundo moderno respecto de la tutela del cristianismo y de la Iglesia, sino también la aportación hecha por el cristianismo a la formación del mundo moderno y la permanencia de impulsos cristianos en la sociedad moderna.

Inspirándose en estas ideas y en el pensamiento nietzscheano, Vattimo, uno de los más conocidos defensores de la posmodernidad, interpreta los procesos modernos de secularización como condición de posibilidad para un retorno de lo religioso. El cristianismo representa para él una llamada a abandonar las estructuras fuertes del pensamiento en favor de los principios débiles: con el cristianismo se inicia el movimiento de debilitación de la verdad, es decir, pierden fuerza los principios fuertes garantes de toda verdad y certeza teórica y práctica. De este modo, Vattimo considera que su ontología “débil” es capaz de debilitar también las razones metafísicas fuertes del ateísmo y del rechazo racional a la religión, poniendo las bases para un retorno de la religión capaz de disolver la tiranía de la razón y de tomar en serio la categoría de creencia en nuestras tradiciones. Para Vattimo el cristianismo no trata de otra cosa que de operar en la filosofía la disminución de la violencia, guiada por el espíritu de la caridad. Por ello, para él nuestra cultura no tendría sentido sin el cristianismo. El cristianismo no aspira ni ostenta una verdad entendida como conformidad con algo objetivo exterior al consenso coherente humano, sino que propone una interpretación de nuestra existencia intersubjetiva basada en la caridad, prescinciendo de cualquier fundamentación metafísica.

La difusión y acogida de estas ideas en el ámbito intelectual, ha convertido a Nietzsche, a su pesar, en un símbolo de la posmodernidad. Sin embargo, el pensamiento de Nietzsche está más allá de cualquier apropiación, es mucho más rico en matices y podría servirnos para articular ideas modernas y posmodernas. Frente a quienes consideran que “el nihilismo de Nietzsche ha hecho más daño al hombre que Marx”, el desafío es leer (de nuevo) a Nietzsche. Él marca la transición de lo moderno a lo posmoderno, situándose entre aquellas posiciones racionalistas, procedentes de la Ilustración, que se apoyan en una fundamentación metafísica, y aquellas posiciones posmodernas, que prescinden de cualquier fundamentación metafísica. Nietzsche no es simplemente un “posmoderno”, si por posmoderno entendemos sólo una forma de pensar que rompe con las categorías modernas, según las cuales los seres humanos deben ser capaces de usar la razón para elegir sus cursos de acción y ser responsables. Precisamente la contribución de Nietzsche consiste en reinterpretar esas categorías, consciente de surgen en un mundo contingente e histórico.
Parece que, como pensaba Jünger, la crisis de la civilización no es más que el inevitable tránsito de una situación histórica a otra nueva, que se produce cuando la realidad es transformada por la técnica, sin que las ideas, las personas y las instituciones se adecuen con la misma rapidez, lo cual nos conduce a ese proceso de “desvanecimiento de los valores”, llamado “nihilismo”. Nietzsche sólo fue el sismógrafo: teorizó la crisis de valores de finales del siglo XIX y principios del XX y previó las consecuencias que efectivamente ha desencadenado esa crisis y que hoy nos urgen a reinterpretar la fe cristiana en el contexto de la secularidad buscando formas renovadas para transmitir su sentido. Quizá el último valuarte de resistencia posible sea la defensa de aquellos espacios de la interioridad individual que nos permitan recorrer hacia atrás las etapas que Comte había asignado al desarrollo del saber humano: de la ciencia a la metafísica hasta recuperar la religión y el mito, con sus potentes imágenes.

Comentarios


  1. Muy interesante y completo el artículo, muchas gracias.

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  2. ...el desafío es leer (de nuevo) a Nietzsche." (La frase con la que finalizas me ha encantado)

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