El 19 de mayo de 1991,
el astronauta Serguéi Konstantínovich Krikaliov despegó desde el cosmódromo de
Baikonur (Kazajistán) a bordo de la nave Soyuz TM-12 con destino a la estación
espacial MIR. Krikaliov fue despedido aquel día como un héroe de su país, la Unión
Soviética, pero los problemas de presupuesto le obligaron a permanecer en la
MIR durante 311 días. Cuando el 25 de marzo de 1992 regresó a la Tierra, en las
desoladas praderas kazajas en las que aterrizó no lo recibieron con honores,
porque su país había desaparecido. Mientras permanecía en el espacio, la Unión
Soviética se desintegró, desgajándose en patrias cada vez más pequeñas. Además
del golpe moral, el asunto tuvo graves consecuencias para Krikaliov, que pasó
de ser un privilegiado con ingresos muy superiores a los del ruso medio, a
tener dificultades para llegar a fin de mes. Bastaron esos 311 días para acabar
con 69 años de historia de la Unión Soviética.
Artur Mas i Gavarró
pretende dejar en anécdota la extraordinaria aventura de Krikaliov, porque su
objetivo declarado es acabar en solo 240 días -los que transcurrirían desde la
firma del decreto de convocatoria de elecciones de ayer hasta que dentro de ocho
meses se produjera la programada «desconexión»-, con 500 años ininterrumpidos
de pertenencia de Cataluña a España. En el origen de la desintegración
soviética, y a pesar de que algunas de sus antiguas repúblicas estén hoy igual
o peor que entonces, estaba el anhelo de democracia, prosperidad económica y
liberación de una dictadura opresora que las había unido por la fuerza. Por el
contrario, lo que Mas se propone es poner fin al período de mayor libertad,
prosperidad y autogobierno de la historia de Cataluña, y a siglos de vínculo y
convivencia pacífica con el resto de España, aislándola además del paraguas
democrático y económico de la UE.
Y si incluso en la
desintegración de la dictadura soviética hubo una apariencia de legalidad, ya
que fue la Cámara de las Repúblicas del Sóviet Supremo la que decretó el 26 de
diciembre de 1991 su propia disolución, Mas quiere desintegrar España por las
bravas, saltándose todas las leyes con un pronunciamiento unilateral de
independencia impensable en cualquier país democrático. Con su decreto de ayer,
obliga a los catalanes, los que le apoyan y los que no, a introducirse en una
cápsula para emprender un viaje insensato. La propia convocatoria de
elecciones, hecha con nocturnidad y secretismo, refleja ya la tramposa manera
con la que pretende conducir este proceso.
Al Gobierno, a los
tribunales y a la sensatez de los catalanes corresponde impedir que los
ciudadanos de Cataluña se encuentren al regreso de ese viaje alucinante como
Krikaliov. Es decir, no solo desgajados del país en el que nacieron y vivieron
toda su vida, sino también divididos y despojados de su actual seguridad y
bienestar económico. La Grecia que ayer se derrumbó en los mercados es un buen
ejemplo de hacia dónde conduciría Mas a Cataluña.
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